El Premio Princesa de Asturias gana brillo, sin duda, gracias a su nombre.
Se ha dicho numerosas veces que no son los premios los que avalan a los grandes artistas, sino los grandes artistas los que dan prestigio a los premios. El Premio Princesa de Asturias de las Artes, que en los últimos tiempos ha sido entregado a talentos de la estatura de Woody Allen, Bob Dylan, Pedro Almodóvar, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola y Meryl Streep, va a ser recibido ahora por el músico Joan Manuel Serrat. Y es apenas justo, claro, porque Serrat es una voz a la que van a dar los grandes poetas de la lengua española, pero es también una demostración de que la organización del Premio sigue fiel a su tarea de reconocer a tiempo lo extraordinario.
Serrat, nacido en Barcelona en diciembre de 1943, educado en la casa de un anarquista, empezó a componer e interpretar en 1965 –y dio vuelo a la nueva canción catalana– cuando los Beatles y los Rolling Stones se tomaban el mundo, y no solo estuvo a la altura de la revolución de los sesenta desde el principio, sino que supo encarnar, en su obra plena de hallazgos, la gracia de una generación dispuesta a reparar su sociedad. Hacia finales de aquella década, cuando decidió cantar en español, se convirtió en patrimonio de los melómanos de ambos hemisferios. Recreó los versos de los grandes poetas: Machado, Neruda, García Lorca, Hernández, Alberti. Y, en el camino, encaró al franquismo, soportó el exilio y regresó a la España democrática a cantarle a la tarea de recobrar lo humano.
Serrat se pasó los últimos 30 años recibiendo premios, doctorados honoris causa, medallas. Se retiró de los escenarios en diciembre de 2022 luego de una bella gira. Pero sus álbumes principales, Mi niñez (1970), Mediterráneo (1971), En tránsito (1981) y Utopía (1992), van de mano en mano, de generación en generación, como un consejo que dan los padres a los hijos. El Premio Princesa de Asturias gana brillo, sin duda, gracias a su nombre.
Editorial de El Tiempo.com