Él presta sus servicios como escolta a una familia de dinero. Tiene 36 años y hace muy poco estuvo cerca de engrosar la lista de custodios privados fallecidos
Julio Delgado pasa los días en la camioneta blindada y en la mansión fuertemente resguardada de su jefe.
Cada noche, regresa a su casa de concreto a las afueras de la capital, donde vive expuesto a la ola de violencia que azota a Venezuela.
Delgado, quien dirige la seguridad de la familia de un importador de autos, es un guardaespaldas privado, un oficio que es cada vez más comunes en Venezuela, donde con mayor frecuencia se vuelven blancos de una epidemia criminal.
Con el derrumbe de la economía petrolera del país, la pobreza ha aumentado, así como la brecha entre aquellos que batallan para subsistir y los ricos que contratan guardias para protegerse de ladrones y secuestradores.
Escoltas como Delgado viven de manera precaria. Tanto dentro como fuera del trabajo, ahora,a pesar de que se ven obligados a asumir mayores riesgos para proteger a sus patrones y también a sí mismos de los bandidos que buscan sus armas y vehículos.
Se trata de un robo
En 2014, más de 100 guardaespaldas asignados al gobierno fueron asesinados en Caracas, de acuerdo con el conteo de un importante periódico.
La cuenta incluye a por lo menos seis miembros de la guardia presidencial de Venezuela, la mayoría muertos en aparentes intentos de robo. El guardaespaldas de la primera dama fue uno de ellos.
Muchos más escoltas han perdido la vida en lo que va de 2015, incluyendo a hombres que protegían a un gobernador, un ministro y un alcalde.
“Es una profesión ingrata que te deja cicatrices”, señaló Delgado.
Delgado, de 36 años, hace poco estuvo cerca de unirse a la lista. Una vez, camino a casa, se enfrentó en un tiroteo con ladrones que intentaban quedarse con su arma y su medio de transporte.
Escapó, pero terminó malherido. Los guardias con trabajos estables, aunque con salarios modestos, son vistos por los delincuentes como blancos acomodados.
Delgado, por ejemplo, gana 250 dólares al mes, el doble del promedio de lo que podría ganar un guardaespaldas y seis veces más que el salario mínimo en el país.
Su sueldo le permitió dejar el barrio marginal en el que creció y mudarse con su esposa a una casa de concreto en un poblado cercano. Su barrio, de calles inclinadas y maltratadas, está lleno de casuchas.
La amenaza de robo es permanente; barrotes de acero protegen las ventanas de su vivienda, incluso a tres pisos de altura.
Mejor que no sepan
A nadie le dice que es guardia de seguridad. Los vecinos creen que es estilista de un salón en Caracas.
El entrenamiento es privado, combatiendo con un par de llantas usadas donde nadie lo vea. “Hay un precio por venir de los barrios”, narra la esposa de Delgado. “La gente tiene envidia”.
La ola criminal le ha dado a Venezuela la segunda tasa más alta de homicidios en el mundo, fuera de las zonas de guerra, de acuerdo con Naciones Unidas. También ha incrementado la demanda de escoltas como Delgado, y les ha ayudado a ganar legitimidad.
La clase alta de Venezuela ha incrementado su necesidad de guardias privados debido a que las fuerzas policiales públicas han demostrado ser corruptas e ineptas.
Funcionarios venezolanos han dicho públicamente que el 20% de los delitos son cometidos por la policía. Cuando comenzó hace 15 años, a los guardaespaldas se les llamaba “lavaperros“, debido a que se esperaba que realizaran trabajos banales.
Delgado señala que casi todos sus jefes han sido “vagabundos”, que le ordenan limpiar la alberca, asear el patio o ir a la farmacia.
Él ha sido defensor de su profesión. Da clases a otros escoltas, y hace unos años ayudó a fundar una asociación para trabajadores de seguridad que busca mejorar su estatus y protecciones, principalmente su derecho a portar armas.
En Venezuela se prohibió la venta de armas excepto a policías y a algunas compañías de seguridad en 2012. Pero persisten los problemas dentro de los rangos de seguridad.
Delgado estima que una cuarta parte de sus colegas, para compensar los bajos salarios. hacen cosas que rayan en el delito. En octubre, el país se escandalizó cuando se halló muerto a un joven congresista (Robert Serra) en su propio hogar, supuestamente a manos de sus propios guardaespaldas.
Sin regulación
El Ministerio de Interior y Justicia, a través de la resolución número 70, publicada en la Gaceta Oficial Nº 39.908, del 24 de abril de 2012, regula el servicio de escoltas pero para funcionarios públicos, no para particulares. Por eso no hay cifras ciertas de escoltas en el sector privado; en consecuencia no se sabe cuántos cumplen esa función.
Hannah Dreier (AP)
El Tiempo