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Señalan que Conferencia de Paz no activa un diálogo real

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Señalan que Conferencia de Paz no activa un diálogo real

Decían el presidente Nicolás Maduro y el jefe de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, que en estos 15 años de revolución siempre ha habido diálogo. Y así van las cosas.

 

El nuevo ensayo para bajar las tensiones políticas en Venezuela se llama Conferencia Nacional de Paz. Nació la noche del miércoles en el Palacio de Miraflores. «Este es el camino. No hay otro camino», aseguró Maduro. A la cita no acudió el gobernador de Miranda, Henrique Capriles Radonski quien, por cierto, en 2012 repetía que «hay un camino».

 

Tampoco asistió la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que más temprano en una carta firmada por su secretario ejecutivo, Ramón Guillermo Aveledo, había advertido que «no nos prestamos para lo que derivará en un simulacro de diálogo que desemboque en una burla a nuestros compatriotas».

 

Se ausentó la oposición, pero estuvieron presentes algunos versos libres. Los diputados Pedro Pablo Fernández y Ricardo Sánchez participaron en la exposición de ideas que se prolongó por más de cuatro horas. En el foro todos eran iguales. Sin agendas ni orden alguno, lo mismo intervenían un animador de televisión y una modelo, que el dueño de la principal empresa de la República.

 

Sentado como uno más estaba Lorenzo Mendoza, por quien las cámaras de TV sentían una innegable predilección. El representante de la Polar dijo que la sociedad no está polarizada. Al menos, en lo económico. De inmediato, propuso una comisión de la verdad para la economía, «provocación» en la que Maduro cayó gustoso. Antes de Mendoza, Winston Vallenilla había compartido esta reflexión con la audiencia: «Lo más importante es que todos queremos la paz para Venezuela».

 

El alcalde de Valencia, Miguel Cocchiola, abogó por la reconciliación y se ganó los aplausos de Maduro, quien lo tachó de «ladrón» y lo amenazó con cárcel en 2013.

 

Habló el católico, el judío, el protestante y el musulmán. Quizás también algún ateo, aunque no se haya identificado como tal. El jefe de Fedecámaras, Jorge Roig, deslizó una expresión con aspiraciones de titular de prensa. «Venezuela no está bien, Presidente», lanzó Roig, quien se preocupó en dejar muy en claro que reconoce a Maduro.

 

Luego, el alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, le espetaría a su tocayo de Fedecámaras que en este país los ricos se quejan y los pobres celebran.

 

Los empresarios chavistas aprovecharon para manifestar sus inquietudes. El tema económico pareció imponerse a la diatriba política; sin embargo, Maduro respondería al final que las protestas callejeras de estos días no guardan relación con la escasez de leche. En el fondo, ninguno de los contertulios desentrañó el motivo de las manifestaciones.

 

El gobernador de Anzoátegui, Aristóbulo Istúriz, señaló que el Gobierno no tiene que retroceder en nada. Sus planteamientos podrían resumirse así: son mayoría y punto. ¿Qué pasaría si los rojos salen desbocados a la calle para barrer con la oposición? Saludemos la labor de la Guardia Nacional.

 

El presidente de Venevisión, Carlos Bardasano, resaltó por su brevedad. «Cuenten con los medios de comunicación», informó y se sentó. Maduro elogió la capacidad de síntesis de Bardasano e invitó al resto a seguir su ejemplo. Cabello aseveró que la AN abre sus puertas a todos sin distinción. La Fiscal General afirmó que ningún abuso ha quedado sin castigo. Y la presidenta del Consejo Nacional Electoral condenó las guarimbas.

 

Fueron muchos discursos, muchas palabras, en un maratón de buenas intenciones que inició José Vicente Rangel, el mismo que formó parte en 2003 de aquella mesa de negociación y acuerdos que paró en nada.

 

La fachada

«Como todo en este Gobierno, lo importante es conquistar un espacio (el de una conversación que es obviamente necesaria y que todas las instancias internacionales piden gravemente al Ejecutivo) contaminándolo para que no funcione», apunta Colette Capriles, profesora de Ciencias Sociales y Filosofía Política de la Universidad Simón Bolívar (USB).

 

Capriles subraya que «en la lógica chavista, toda conversación con el adversario es un signo de debilidad inaceptable. Entonces, lo que vimos es como una desactivación de la posibilidad de reconocer a quien se opone al Gobierno».

 

La académica de la USB observa que «siempre con esa lógica perversa de usar las instituciones para destruirlas, muestran intención de ‘dialogar’ pero su parte del ‘diálogo’ es el improperio, la descalificación del adversario y la negación de la grave situación que continúa en el país».

 

Capriles estima «adecuada» la decisión de la MUD de no atender el llamado de Maduro. «No era un espacio de conversación. Para un diálogo político (que yo estimo nunca se debe perder) hay que poner unas condiciones apropiadas como interlocutores válidos y mediadores reconocidos por las partes enfrentadas».

 

Faltaron sillas para todos los que abarrotaban el Salón Ayacucho de Miraflores. Pero no estaban todos los que son. «El problema aquí es que no sabemos exactamente cuáles son las partes. No son dos. Aquí hay varios actores o partes distintas, que no están muy claras. Ese es el principal problema, la fragmentación de los actores políticos: sociedad, Gobierno y oposición. No son bloques homogéneos», concluye.

 

El Universal

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