La noche del 3 de septiembre de 1976 quedó grabada en la memoria colectiva de Venezuela como un día de luto y dolor. Un vuelo que prometía ser el inicio de una gira triunfal se convirtió en una de las mayores tragedias aéreas que ha enlutado a la cultura venezolana: la desaparición de 52 miembros del Orfeón Universitario de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en las Islas Azores.
El Orfeón, joya de la cultura venezolana y orgullo de su alma máter, se dirigía a Barcelona, España, para participar en una serie de conciertos. El grupo, liderado por el maestro Vinicio Adames, se había ganado un lugar de honor en la escena musical internacional. Eran jóvenes talentosos, llenos de vida y de sueños, que con sus voces habían recorrido el mundo, llevando el nombre de Venezuela en alto.
El avión, un Hércules C-130 de la Fuerza Aérea Venezolana, despegó del aeropuerto de La Carlota en Caracas y realizó una escala técnica en las Islas Azores. Las condiciones climáticas en el archipiélago atlántico eran adversas. Mientras se aproximaba a la pista, la aeronave, por razones que aún hoy son objeto de debate, se estrelló violentamente contra una montaña, a pocos metros de la pista de aterrizaje. El impacto fue devastador. Ninguno de los 68 ocupantes del avión, incluyendo los 52 orfeonistas, el director Vinicio Adames y la tripulación, sobrevivió a la tragedia.
La noticia conmocionó a todo el país. Universidades, centros culturales y la sociedad en general se unieron en un duelo profundo. Aquellas voces que habían llenado de vida y de alegría innumerables escenarios, ahora solo resonaban en el eco del silencio.
La tragedia de Las Azores no fue solo la pérdida de un grupo coral; fue la pérdida de una generación de talentos. El Orfeón Universitario de la UCV, fundado en 1943, era más que una agrupación musical: era un símbolo de la excelencia académica y artística de Venezuela. Desde su fundación, había cosechado éxitos y reconocimientos, convirtiéndose en el primer orfeón universitario de Latinoamérica en ganar el primer premio en el Concurso de Canto Coral de Arezzo, Italia, en 1967.
A 49 años del fatídico suceso, el legado de aquellos jóvenes y de su director, Vinicio Adames, sigue vivo. El Orfeón Universitario de la UCV, que resurgió de las cenizas de la tragedia, es hoy un símbolo de resiliencia y de la perseverancia del espíritu venezolano. Cada nota que entonan es un homenaje a sus hermanos que se quedaron en el cielo, y a la memoria de aquellos 52 jóvenes cuyas voces, aunque se silenciaron en la tierra, siguen resonando en el corazón de quienes aman el arte y la música en Venezuela.
Fuente: Otilca Radio
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