Durante 100 minutos Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, y Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, se enfrascaron en un debate que los medios españoles calificaron de áspero, con numerosas interrupciones entre ambos contendientes, escasas ideas de fondo y excesivas acusaciones. A tono con los tiempos de hoy, cada uno exhibió su propia película de la realidad.
Del careo parece quedar una certeza: el líder socialista no se impuso por nocaut como le apremiaba su desventaja en los sondeos electorales y Feijóo no solo terminó de pie, sino que incluso pudo ganar a los puntos como señalan en un videopodcast de La Vanguardia de Barcelona John Carlin y Charlie Castaldi. Una encuesta de El Mundo ve también triunfador al popular mientras El País de Madrid lamenta que el presidente del Ejecutivo español no haya sacado provecho de los «excelentes datos que puede presentar a lo largo de la legislatura».
El ring era una mesa lo necesariamente larga en la que se sentaron uno frente al otro como si se encontraran, por casualidad, en un bar y a falta de fútbol que anda de vacaciones se pusieran a hablar de política. Aunque estaban solos frente a la cámara -los moderadores aparecieron lo justo, y desconcertados- por allí merodeó la figura de Santiago Abascal, la voz de Vox, convocado por Sánchez para alertar a los espectadores de lo que se avecina si el PP triunfa en los comicios del 23J porque la ultraderecha sería socio de gobierno.
Tanta insistencia no fue una buena señal. Sánchez contribuía a hacer más patente que los votos le serán escasos en la cita electoral y, muy pronto, su rostro se desencajó y hasta admitió que estaba indignado. Feijóo, como buen gallego, que huelen cuando va a llover, hurgó en la herida: «Cálmese, su señoría», término este con el que se aluden los miembros del Congreso de Diputados, aunque lo que se presenciaba era un rifirrafe en toda regla.
Transmitido por la Corporación de Medios Atresmedia en sus canales televisivos Antena 3 y La Sexta, además de las webs del grupo comunicacional y otras plataformas, el debate fue seguido por una media de 5,9 millones de espectadores y, al menos, durante un minuto, alcanzó un tope de 12,5 millones de espectadores únicos. En Twitter, dice la corporación mediática, el único cara a cara de la campaña suscitó más de 700.000 comentarios. Para pasar de la política, los españoles se entretuvieron con el match entre Sánchez y Feijóo.
A falta de ideas, que en todo caso están expuestas en los programas electorales de los dos principales partidos y en sus hojas de ruta, lo que estaba en examen en el debate era el saber estar de cada aspirante a la presidencia del gobierno español. Sánchez parecía partir en ventaja para dominar la escena tras su gira de verano por los principales programas de opinión en radio y televisión y sus cinco años de exposición mediática, pero fue Feijóo el que tomó la delantera y la mantuvo hasta el final, incluso en ese minuto de oro final en que cesaron las interrupciones y cada uno habló a cámara: Sánchez dibujó ese “tenebroso túnel del tiempo” que supondría la victoria de su rival y Feijóo pidió “una mayoría fuerte para no contar con los extremos, que saben bloquear, pero no gobernar y gestionar”.
El debate de Sánchez y Feijóo nos recuerda también que la democracia venezolana vivió jornadas similares entre candidatos a la presidencia, a sabiendas de que la decisión final estaba en el voto de los ciudadanos. Ahora, y desde hace dos décadas, no hay debates de este estilo entre contrarios y votar no tiene fecha en el calendario.
Editorial de El Nacional