Las berenjenas, conocidas en algunos lugares como melanzanas, son un alimento bastante utilizado en el mundo culinario, por su sabor casi neutro y su versatilidad. Se emplean muchísimo como guarnición, en ensaladas, antipastos, salsas, salteados y otras preparaciones. Aunque no lo parezca, en vez de ser vegetales, en realidad son frutas.
Para algunas personas suelen ser un poco sosas, por eso abusan con la cantidad de sal o las condimentan con demasiadas especias que opacan su verdadero aroma. Muchas preparaciones sugieren que se ponga sal sobre las rebanadas de berenjena, con la excusa de que esta puede ayudar a disminuir su amargor.
Pero la realidad puede ser diferente. Las berenjenas son muy carnosas y, a la vez, porosas. Esto indica que absorben fácilmente cualquier líquido en el cual se sumerjan, sobre todo si no son frescas. Por eso resulta difícil conseguir que las rebanadas o trozos se mantengan firmes y no se pongan blandas o enchumbadas.
Ponerles sal solo es necesario cuando no son frescas y funciona para que estas no absorban tanto aceite ni otros líquidos empleados durante la preparación.
Si son frescas, es mucho más fácil que los pedazos o rodajas queden bastante firmes y poco aceitosas, pues deberían tener suficiente humedad interna, producto de su frescura.
¿Cómo determinar si son frescas?
La forma más fácil de saber si las berenjenas son nuevas es fijándose en sus semillas. Si al cortarlas nota las semillas oscurecidas es porque ya están bastante viejas. Por el contrario, si son claras, están frescas y no necesitan sal.
En caso de que se considere que les falta sabor, una vez que estén cocidas se les puede añadir un poco de sal. Esto se recomienda hacerlo cuando ya se está a punto de comerlas. Además, se aconseja pensarlo dos veces, porque mientras menos sal, más sano será su platillo.
Fuente: Cocina y Vino