La presidente de Brasil mantendrá una reunión con la máxima autoridad del Vaticano para reforzar lazos y superar los roces que habían surgido con Benedicto XVI
La presidente Dilma Rousseff mantendrá una breve reunión el próximo martes con el papa Francisco durante la ceremonia de inauguración del nuevo pontificado en el Vaticano, según palabras del ministro de la Secretaría General de la Presidencia de Brasil, Gilberto Carvalho.
“Todavía no conozco exactamente el formato del encuentro, pero es un momento en el que ella tendrá la posibilidad de saludarlo en nombre del pueblo brasileño”, declaró el funcionario al diario Folha de Sao Paulo.
Carvalho señaló que la mandataria aprovecharía el encuentro para confirmar la presencia del nuevo papa en Brasil para comandar la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará en Río de Janeiro del 23 al 28 de julio próximo.
Rousseff anunció el jueves pasado su decisión de viajar a Roma para asistir a la misa inaugural del pontificado de Francisco, y este viernes aclaró que lo hará como representante de los católicos brasileños, que conforman casi dos tercios de la población del país.
“Brasil es un país que tiene a una población católica muy significativa y creo que será importante que yo, en calidad de presidenta… represente esta población católica de nuestro país”, explicó la gobernante.
En el mensaje de felicitaciones divulgado al término del cónclave que eligió al cardenal argentino Jorge Bergoglio como nuevo pontífice, Rousseff destacó que los brasileños aguardan con “expectativa” la visita en julio del nuevo papa, y destacó que la Jornada Mundial de la Juventud “refuerza los lazos que unen a Brasil y el Vaticano”.
Analistas mundiales sostienen que el viaje de Rousseff refleja la disposición del gobierno brasileño de superar los roces con el Vaticano que se dieron en vísperas de los comicios presidenciales de 2010 cuando el entonces papa Benedicto XVI instó a obispos brasileños del estado de Maranhao a “defender la vida” y orientar sus fieles a no votar por candidatos que defendieran la despenalización del aborto.
El pedido del entonces pontífice se generó luego que el candidato opositor a la Presidencia, José Serra -aliado a sectores católicos y evangélicos- acusara a la oficialista Rousseff de planear legalizar el aborto. La acusación fue desmentida por la entonces candidata y firmó un documento en el que se comprometió a no realizar cambios en la legislación brasileña, que solo permite el aborto en caso de riesgo de muerte para la madre o si el embarazo resulta de una violación sexual.
Fuente: Infobae