El arzobispo de San Salvador Oscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980 y cuya beatificación fue aprobada hoy por el papa Francisco, fue considerado «la voz de los sin voz» por su defensa de los derechos humanos y sociales en los años previos a la guerra civil salvadoreña (1980-1992).
Romero, quien en sus mensajes hacía constantes llamadas a la cordura en aquellos convulsos tiempos, fue asesinado por un francotirador el 24 de marzo de 1980, cuando oficiaba una misa en la capilla del hospital de cáncer Divina Providencia de San Salvador.
El hoy conocido como arzobispo mártir nació en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel (este), el 15 de agosto de 1917. Fue el segundo de ocho hijos en el modesto hogar formado por Santos Romero y Guadalupe Galdámez.
A los 14 años ingresó al Seminario Menor de San Miguel, donde estudió durante seis años.
En 1937 ingresó al Seminario Mayor de San José de la Montaña en San Salvador, fue ordenado sacerdote en Roma el 4 de abril de 1942 y continuó en la capital italiana para hacer su tesis doctoral.
Sin embargo, tuvo que volver a El Salvador debido a la Segunda Guerra Mundial.
Oscar Arnulfo Romero fue ordenado obispo el 21 de junio de 1970 y nombrado, junto a monseñor Arturo Rivera y Damas, auxiliar del entonces arzobispo de San Salvador, monseñor Luis Chávez y González.
Posteriormente fue nombrado obispo de la diócesis de Santiago de María, en San Miguel, cargo del que tomó posesión el 14 de diciembre de 1974.
De acuerdo con quienes le conocieron en aquel entonces, fue durante su labor como obispo de Santiago de María que Romero tomó conciencia de la realidad de pobreza de los campesinos salvadoreños.
En momentos en que ya el conflicto social y político en El Salvador iba creciendo, Romero fue nombrado arzobispo de la capital salvadoreña el 23 de febrero de 1977.
Pocas semanas después, el 12 de marzo de 1977, fue asesinado el sacerdote Rutilio Grande, con quien Romero mantenía una profunda amistad, crimen que le causó un gran impacto e influyó en su actitud ante el ambiente conflictivo que vivía el país.
Durante su gestión, Romero creó una oficina de derechos humanos en el Arzobispado de San Salvador y sus homilías dominicales se caracterizaron por las constantes denuncias contra los abusos de los militares y en favor de los campesinos y otros sectores sociales.
El 24 de marzo de 1980 Romero fue asesinado por un francotirador, hasta ahora desconocido, que le disparó desde un automóvil estacionado frente a la puerta principal de la capilla del hospital Divina Providencia.
Finalizado el conflicto salvadoreño en 1992 con la firma de los Acuerdos de Paz, la Comisión de la Verdad que investigó los crímenes cometidos durante la guerra civil señaló al militar Roberto D’Aubuisson como uno de los principales autores intelectuales del homicidio de Romero.
Roberto D’Aubuisson, un mayor retirado del Ejército salvadoreño, fue el fundador de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), actualmente partido en la oposición después de haber estado en el poder durante 20 años (1989-2009).
Sin embargo, el asesinato de Romero nunca fue investigado por instancias judiciales salvadoreñas y sigue en la impunidad, al igual que otros crímenes cometidos antes y durante la guerra civil.
La Arquidiócesis de San Salvador postuló el 24 de marzo de 1994 en el Vaticano la causa para la canonización de Romero, proceso que estuvo estancado hasta que en el 2013 el papa Francisco lo aceleró.
Romero está sepultado en la cripta de la Catedral Metropolitana, en San Salvador, y el anterior presidente salvadoreño Mauricio Funes (2009-2014) bautizó con el nombre del arzobispo asesinado el aeropuerto internacional de El Salvador.
En memoria de Romero, la Organización de Naciones Unidas declaró en 2010 el 24 de marzo como Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas.
Desde hace varios años el arzobispo también es conocido como «San Romero de América».
Fuente: EFE