“Si hay que hablar con Maduro, pues tocó hablar con Maduro, porque esta frontera es para la gente, no para las mafias”. Eso lo afirmó Gustavo Petro desde Cúcuta antes de reunirse con el presidente chavista en Caracas. El mandatario de Colombia es completamente consciente de lo difícil que es restablecer las relaciones bilaterales porque se ha dado el trabajo de escuchar a los involucrados, los comerciantes, los empresarios, las asociaciones civiles, y sabe que no es tan sencillo como reabrir un puente, aunque esa sea la idea que venden en Miraflores.
Prueba de lo anterior es que ya ha transcurrido más de un mes y no se ha podido regularizar el paso de los camiones con productos colombianos, porque ellos sí cuentan con producción que puede ser exportada, que no es el caso del lado venezolano. Entonces resulta que cuando se habla con los transportistas cuentan que los guardias nacionales del lado de Venezuela les piden 300 dólares por vehículo. Así no hay manera de desmontar las trochas, que siguen siendo la alternativa más económica pero muy peligrosa. Esto no es abrir las fronteras, es seguir fomentando la delincuencia y el contrabando.
Por eso, cuando Petro almuerza con Nicolás Maduro en Miraflores no es para alabarlo ni decirle lo bonita que tiene la casa de Misia Jacinta (que ya debe estar adornada con venaditos de Navidad) sino para explicarle de pé a pá la lista de cosas pendientes. Por eso el presidente del vecino país insiste tanto en que Venezuela vuelva a la Comunidad Andina de Naciones, porque esta institución podría poner en orden la política de aranceles y la dinámica del paso de bienes por los puestos fronterizos para quitárselos a la discreción de los funcionarios chavistas.
Y entonces será cuando Petro podrá comenzar a convencer a Maduro de “combatir” con la ley a todos los grupos ilegales que se mueven en la zona, no solo para recuperar la selva amazónica que une a ambos países, sino para erradicar los flagelos del contrabando, la extorsión, el secuestro y demás delitos que han descompuesto la frontera para los verdaderos trabajadores y residentes.
Lo que firmaron el martes es más bien una lista de tareas, que ambos deben poner empeño en completar. Se sabe que a Petro se lo reclamará la gente, los mismos camioneros y comerciantes con los que se reunió en Cúcuta. A Maduro no hay cómo exigirle nada, desgraciadamente, y quizás por allí se cuele la idea de que vuelva a incluirse en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, sugerida también por el exlíder del M-19 para ver si hay cómo presionar para que deje de violar los de los venezolanos diariamente.
Al fin y al cabo, Maduro debería darse cuenta de que lo que hábilmente le está sugiriendo Petro es una oportunidad para regresar al redil sin mucha humillación, porque volver a dos organizaciones multilaterales es ser reconocido en cuanto a política exterior se refiere. A ver si eso hace algún efecto y el presidente chavista muestra más misericordia que rabia y rencor a sus coterráneos. Veremos quién tendrá éxito. Eso sí, la reactivación de las relaciones va a tardar.
Editorial de El Nacional