Retorno a la normalidad

Retorno a la normalidad

Como si la legitimidad del señor Maduro no fuese suficiente motivo de zozobra, Diosdado, no sabemos con qué inconfesables designios, puso a prueba la paciencia de los venezolanos con su primer ensayo de clausura de la Asamblea Nacional.

 

Su proceder (fundado quizás en un intento de disipar las sospechas que socavan la autoridad del mandatario), refrendado a fuerza de puñetazos por sus seguidores, paralizó al Poder Legislativo durante de un mes pródigo en incumplidas promesas de diálogo por parte del oficialismo.

 

Sin embargo, la inquebrantable decisión de los diputados democráticos de mantenerse en sus trece en la búsqueda de acuerdos mínimos de convivencia a fin de devolver al Parlamento su función de instancia para el debate prosperó y, al menos por ahora, han recuperado su derecho de palabra (esperemos que sus cargos directivos en las comisiones permanente, así como sus salarios).

 

El frustrado golpe al Parlamento, sumado al cuestionamiento de la legitimidad del designado, no arrojó los dividendos calculados por quien ahora aparece salpicado por el ventilador de Mario Silva y, al contrario, agudizó la ya endémica crisis del régimen.

 

Así, por temor a las críticas internacionales y asesorados por sus áulicos cubanos, quienes hoy detentan el poder decidieron deponer su intransigente actitud y darle un barniz de pacifismo al único sitio donde es posible reunirse ya sea para criticar, revisar o aprobar las políticas oficiales.

 

Pero la calma no ha suspendido la tempestad. En la mismísima plenaria de reencuentro, lo parlamentarios del PSUV, representantes del Gobierno, se negaron a abrir las investigaciones que demandan los graves señalamientos del individuo que solía navegar en las aguas negras de la televisora oficial. Para variar, también se vetó a una periodista de El Nacional, negándosele el acceso a una fuente para cuya cobertura había sido debidamente acreditada. No sólo se le inhabilita sino que se le niega el derecho al trabajo consagrado en la Constitución.

 

Como es fácil inferir, el “retorno a la normalidad” en la Asamblea es un espejismo. Motivados por elementales nociones ideológicas, así como por una testarudez partidista, los legisladores del PSUV no piensan que el poder por ellos representado debe ser independiente del Ejecutivo y, en consecuencia, actúan como un muro de contención ante cualquier iniciativa de la oposición.

 

Se acostumbraron a no legislar. Chávez lo hacía por ellos. Por eso, la morosidad, la prórroga, el aplazamiento y la remisión siguen siendo los signos distintivos de su quehacer legislativo. No deliberan, no escuchan, vociferan y rechazan cualquier actividad promovida desde la acera de enfrente sin evaluarla apenas.

 

Aún no entienden que son mayoría circunstancial en virtud de las triquiñuelas instrumentadas por el Poder Electoral. No aceptan ni aceptarán que más de la mitad del país desaprueba su conducta y es contraria a su proyecto.

 

Fuente: EN

Editorial de El Nacional

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