La semana pasada los trabajadores públicos del país celebraron su día. No cabe duda de que su función es esencial para los ciudadanos, que aspiran a contar con servidores públicos competentes, neutrales políticamente y comprometidos con las leyes. Es lo que sucede en los países democráticos y constituye una garantía de eficiencia y equidad, pues deciden peticiones, subvenciones y quejas tramitadas de acuerdo con los preceptos legales.
Un país no sólo tiene riquezas naturales o tecnológicas, sino que debe contar con servidores públicos seleccionados por sus méritos y no por la pertenencia a partidos, clanes o territorios. Sin embargo, en Venezuela se han visto obligados a vestirse de rojo, a repetir mensajes ideologizados y a bajar la cabeza por bolsas de comida.
“Eso es aberrante y humillante. El Estado para el que trabajas es tuyo, de tu familia y de todos los venezolanos dentro y fuera del país. Es a ellos a quien te debes. Tu responsabilidad es proveer bienes públicos fundamentales para todos los venezolanos, como justicia, salud, educación, seguridad, servicios, con una remuneración en concordancia”, les dijo María Corina Machado en un mensaje que dirigió a los trabajadores de ministerios, gobernaciones, alcaldías y empresas del Estado, a quienes invitó a exigir ser reconocidos por sus conocimientos, experiencia y talento.
El que los funcionarios sean obligados a uniformarse para abultar las concentraciones del gobierno es un mal ejemplo de neutralidad. Es indignante y ellos lo saben. A nadie le gusta ser utilizado. Eso explicaría por qué muchos de ellos se han sumado, silenciosamente, a la lucha por un cambio que les permita servir a la nación y no a una parcialidad, como es lo deseable de una función pública que quiera ser profesional y neutral, que pueda ejercer sus labores sin presiones y sin importar el color político del peticionario.
La competencia y el conocimiento de los asuntos debe ser el único aval para la permanencia en el cargo, no la asistencia obligada a las concentraciones del partido o la prueba de haber cumplido con el 1×10. Con amenazas no se logra calidad. Con miedo no se avanza. El empleado público venezolano debe preservar su dignidad.
Editorial de El Nacional