La política en Venezuela ha sido históricamente tumultuosa, pero el reciente fenómeno presenciado en la elección primaria ofrece una nueva ola de esperanza y desafío en el país. El entusiasmo político que llevó a más de 2 millones de votantes a las urnas, superando todas las expectativas, es un testimonio de la resiliencia y determinación del pueblo venezolano. Este fervor cívico es aún más significativo dadas las circunstancias políticas adversas que lo rodearon, con intentos evidentes del régimen de Nicolás Maduro de socavar el proceso.
El hecho de que las voces del régimen, como Cilia Flores y Jorge Rodríguez, intenten tachar el proceso de «fraudulento» y recurran a tácticas autoritarias reminiscentes del fallecido Hugo Chávez, demuestra una posición defensiva. El pueblo ha hablado y sus voces resonaron claramente a través de las urnas, exigiendo un cambio.
No hay que hacer caso a las “matemáticas” que intentaron sacar el miércoles en el programa del mazo, se saben derrotados, cada quien sabe si había gente en su centro de votación, si los electores –como afirman- usurparon identidades, el tiempo que les tomó votar… No tiene por qué llamarles la atención que no había miles de personas celebrando el triunfo. El venezolano ya aprendió que hay que ir paso a paso. Falta mucho para festejar. Pero ya se avanzó. Y les dolió.
María Corina Machado ha emergido no solo como una líder de la oposición, sino también como un símbolo de autenticidad y conexión con el electorado. Su victoria y el apoyo masivo que recibió son testimonios de un anhelo profundo de los venezolanos por un liderazgo genuino que escuche y responda a sus preocupaciones. La trascendencia de su respaldo más allá de las barreras sociales y políticas refleja un despertar unificado de la sociedad venezolana, anhelando un país más inclusivo y democrático.
Sin embargo, los desafíos continúan. La maniobra de inhabilitación contra Machado por la Contraloría General de la República, plagada de irregularidades legales, es una táctica clara para neutralizar a quien representa la posibilidad de derrotar al madurismo. Es imperativo que el pueblo venezolano y la comunidad internacional estén alerta ante estos intentos de silenciar las voces democráticas.
María Corina, con su carácter auténtico y determinación, ha dejado una huella indeleble en el escenario político venezolano. Pero la batalla es mucho más grande que una figura política: es una lucha por el alma y el futuro de Venezuela. El compromiso con la democracia y la justicia debe ir más allá de las elecciones y adentrarse en el corazón y la mente de cada ciudadano. Es crucial que el país siga siendo fiel a sus ideales democráticos y resista cualquier intento de opresión.
Estamos en un momento crucial en la historia de Venezuela. A medida que la nación se acerca a las elecciones presidenciales de 2024, se hace evidente que el madurismo teme un proceso electoral genuino y transparente. Sin embargo, la resiliencia y determinación del pueblo venezolano, como se demostró el 22 de octubre, auguran un renacimiento de la democracia y la libertad en el país. Es esencial mantener la fe y creer en la capacidad del pueblo para forjar un mejor futuro.
Editorial de El Nacional