El capitán Diosdado había anunciado un recibimiento especial para el presidente Guaidó. Dijo en su aquelarre televisivo que el general García Carneiro le tenía un homenaje muy especial, forma burlesca de subestimar la vuelta del líder y de amenazarlo veladamente. Debemos comunicarle que el oficial no cumplió su cometido, pero que la recepción fue triunfal.
En efecto, todo funcionó a la perfección en Maiquetía, porque por allí entró el esperado dirigente. No quiso usar trochas, y abandonó las veredas. Los funcionarios de seguridad del aeropuerto hicieron gala de amabilidad, pues no solo revisaron sus documentos con rapidez sino que, por si fuera poco, lo saludaron con unas palabras más elocuentes de lo que suponían sus patrones. Bienvenido, presidente, dijeron desde sus puestos de trabajo. A la salida de las dependencias aduaneras, el viajero fue recibido por embajadores de países europeos y por una gran cantidad de personas que lo aclamaron hasta cuando abordó transporte para la capital. No hicieron falta sus heraldos, no se echaron en falta sus enviados, capitán Diosdado.
No debemos decir que después recibió el presidente Guaidó los dones del Creador, ni siquiera los que usted luce desde la pila bautismal, capitán Diosdado. No vimos regalos celestiales, sino hechos más tangibles y concretos: la aclamación del pueblo de Caracas y el eco de las manifestaciones masivas que saludaban su retorno en todas las ciudades de Venezuela. Si pensaba usted que su breve salida del país lo había distanciado del calor popular, o que las dificultades de los últimos días se convertirían en la mengua del prestigio de un luchador, se equivocó de pronóstico.
El pronóstico no está en sus manos, capitán Diosdado, sino en las del pueblo, y el pueblo se manifestó con deslumbrante claridad frente al retorno del presidente Guaidó. Debe mirar con la debida pausa esta situación antes de hacer nuevas invitaciones en el programa del mazo. Tal vez le convenga mirar con detenimiento el paisaje de los aledaños antes de anunciar nuevas recepciones, y también el panorama extranjero cuyos pormenores observaban con ansia sus gobernantes para enterarse de lo que usted tenía planeado para darle mayor lustre.
No sabemos qué le dirá usted al usurpador sobre el fracaso de la fiesta que había preparado, capitán Diosdado. No sabemos si acusará al general García Carneiro por no haber llevado orquestas y cohetes a Maiquietía, pero algo se le ocurrirá. Sabemos que usted es terco en materia de fiestas como la que había pensado y testarudo en materia de sospresas. Pero lo conocemos en las filas de la oposición, y estaremos pendientes de lo que vaya fabricando en adelante.
Editorial de El Nacional