Cuando el régimen de Nicolás Maduro hace una gracia, le sale una morisqueta. Cuando intenta un homenaje, le sale una burla. ¿Porque, de qué otra manera se puede calificar que una nueva cárcel en construcción haya sido bautizada como Centro de Detención Policial Nelson Mandela? ¿Se honra la memoria del líder surafricano, que pasó 27 años encarcelado, o su nombre y su legado se mancharán con los vejámenes que ocurren en los presidios venezolanos?
Conociendo el reiteradamente cuestionado desempeño del régimen en el tratamiento de las personas privadas de libertad, usar el nombre de Nelson Mandela para denominar un presidio es un total despropósito, porque lo que efectivamente debe poner en práctica Maduro y sus funcionarios de los ministerios de Interior y Justicia y de los Servicios Penitenciarios son las Reglas Mínimas de Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos, justamente, estas sí, identificadas como las Reglas Nelson Mandela desde la sesión 80 de la Asamblea General de ONU del 17 de diciembre de 2015.
Es un ardid propagandístico de un sistema político que ha desnaturalizado el significado de las palabras. Cuando hablan de dignidad hay que entender lo contrario. No puede haber respeto cuando se propaga la intolerancia. Ni democracia cuando se copan todos los poderes. Y menos libertad cuando una parte voluminosa de venezolanos migra por el mundo.
Nelson Mandela decía que no se conoce a un país realmente hasta que se está en sus cárceles. «No se debe juzgar a una nación por cómo trata a sus ciudadanos más destacados, sino a los más desfavorecidos», sostenía el expresidente de Suráfrica, que salió de tantos años de prisión para abrir el camino de la democracia y la tolerancia en una nación donde la mayoritaria población negra había sido segregada. Un ejemplo político y personal de arrinconar el odio y propiciar el encuentro de todos sin diferencias.
Pero si por un atisbo de lucidez se tratara de cumplir con las Reglas Nelson Mandela hay mucho trabajo por hacer. El documento de Naciones Unidas de la citada 80 Asamblea General enumera y explica 122 reglas, de cuyo examen el régimen de Maduro sale raspado y con enormes deudas morales, e incluso económicas, para reparar la dignidad de las víctimas.
La Regla 1 establece el tono de todo el documento y deja muy mal parado al sistema político venezolano, ampliamente investigado y denunciado por la violación de los derechos humanos. Dice: «Todos los reclusos serán tratados con el respeto que merecen su dignidad y valor intrínsecos en cuanto seres humanos. Ningún recluso será sometido a tortura ni a otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, contra los cuales se habrá de proteger a todos los reclusos, y no podrá invocarse ninguna circunstancia como justificación en contrario. Se velará en todo momento por la seguridad de los reclusos, el personal, los proveedores de servicios y los visitantes».
Editorial de El Nacional