Muchos libros y publicaciones de ciencia ficción por un lado y por la otra en la gran pantalla, nos ha mantenido siempre la hipótesis, de que sus protagonistas emprenden increíbles viajes interestelares a la velocidad de la luz. No obstante, los viajes al espacio siguen siendo el sueño imposible de millones y el privilegio de muy pocos. Séra posible lograr esto algún día?
Es bien sabido que el vehículo espacial más rápido construido por la humanidad es la sonda Voyager 1, lanzada en 1977 con el fin de investigar los confines del sistema solar.
Por el momento, está alejándose de nuestro planeta a las profundidades espaciales a la velocidad récord de 17 kilómetros por segundo.
Pero, ¿qué pasaría si ahora mismo tuviéramos la oportunidad de subir en la sonda? La respuesta puede decepcionar a algunos aficionados: tardaríamos cerca de 70.000 años en llegar al recién descubierto Próxima Centauri b, un exoplaneta que orbita cerca del Sol.
No obstante, no es la única desventaja que nos ofrecería un viaje interestelar a la velocidad de la luz. En el hipotético caso de que lográramos construir naves capaces de desplazarse a tanta velocidad, el trayecto no sería tan fascinante como lo pintamos aquí, en la Tierra.
Choques minúsculos de grandes proporciones
En abril de 2016, el astrofísico británico Stephen Hawking, el millonario ruso Yuri Milner y el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, anunciaron un proyecto de investigación titulado Breakthrough Starshot, que plantea la posibilidad de enviar varios satélites al sistema solar vecino con el objetivo de buscar señales de vida.
En el marco de la ambiciosa iniciativa, pequeñas sondas, propulsadas por velas láser, podrían alcanzar un 20% de la velocidad de la luz. El proyecto ofrece un lapso de tiempo asumible para llegar a Proxima b en un poco más de 20 años.
A pesar de la amplia popularidad que ya ha logrado ganar Starshot, los primeros estudios indican que una nave que viaje al 20% de la velocidad de la luz acabará pulverizada por las partículas de polvo diseminadas por el espacio.
Así, según el físico español Arturo Quirantes, el daño que pueden causar millones de partículas a la increíble velocidad de 60.000 kilómetros por segundo sería fatal y el impacto de un choque espacial puede generar una cantidad de energía similar a la liberada por la explosión de una bomba nuclear.
Radiación ionizante nos mata en segundos
Los astronautas saben bien cómo el medioambiente espacial es capaz de desnudar toda la fragilidad del cuerpo humano y lo peligroso que es para nuestra salud. Así, si pudiéramos desplazarnos a la velocidad de la luz a través del espacio exterior, moriríamos en cuestión de segundos.
La radiación ionizante freiría inmediatamente a los tripulantes mientras que los fotones de luz, producirían una frecuencia diferente acercándose a la nave, y pondrían en riesgo la integridad de esta, puesto que no estaría equipada con blindajes suficientemente potentes para reflejar las amenazas.
Aunque sobrevivamos, tendremos cuerpos debilitados
Los efectos deletéreos de la ingravidez prolongada con la que tendrían que vivir los miembros de la tripulación serían también más perjudiciales que nos imaginamos.
La pérdida ósea provocada por la ausencia de estrés en los huesos, la debilidad y atrofia musculares, el mareo y desorientación, la alteración de la visión y del gusto, la anemia y contagios son solo algunos trastornos que enfrentaría un astronauta viajando a la velocidad de la luz.
Apenas conservaríamos nuestra salud mental
Del mismo modo que habría impactos fisiológicos, se producirían varias alteraciones poco atractivas.
Los viajes interestelares podrían facilitar y acercar la aparición de la enfermedad de Alzheimer.
Por otro lado, debido a la mala calidad del sueño, el aislamiento y la soledad prolongados, los miembros de la tripulación podrían sufrir ansiedad, depresión e incluso alucinaciones que afectarían su comportamiento de manera grave hasta provocar que se produjeran enfrentamientos entre los mismos tripulantes, algo que indudablemente conllevaría unas consecuencias peligrosas a toda la misión.
Efectivamente viajaremos en el futuro
Una nave espacial y astronautas viajando a la velocidad de la luz tampoco podrían escaparse de los efectos de la relatividad general, una teoría propuesta por Albert Einstein.
Así, debido al fenómeno de la dilatación del tiempo, este transcurriría de forma muy distinta en la nave que en la Tierra, lo que produciría desfases temporales -para los viajeros pasará mucho menos tiempo que para sus amigos abandonados en la Tierra-.
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