Las reacciones sobre la muerte del héroe del 13 de abril de 2002 han sido suficientemente claras. Indignación, tristeza, impotencia, rabia, dolor. Sobre eso no hace falta insistir. El significado de este deceso sí es bueno reiterarlo sin cansancio, pues es una prueba más que se acumula en el expediente del gobierno chavista.
Como siempre, las circunstancias no son claras. El fiscal, el funcionario que debería estar ordenando una investigación sobre la muerte de Baduel, fue el encargado de dar la noticia primero por Twitter, sin ninguna consideración con sus familiares. Desde ese momento Tareck William Saab toma partido, contraviniendo su cargo, porque él sabe que la responsabilidad del hecho recae sobre los custodios del preso, es decir, el Estado, y por ende, el gobierno de Nicolás Maduro.
Las hijas pudieron visitar el sábado a Baduel y aseguran que no se veía enfermo, pero el covid ha servido de excusa perfecta para explicar el fallecimiento del militar que, a pesar de haber salvado a Hugo Chávez en 2002, cayó en desgracia por atreverse a contradecirlo a pesar de los altos cargos que ostentó mientras estuvo vivo. Desde 2007 el general conoció la mano cruel y dura de su “compañero de armas”, solo por profesar una lealtad ciega a la Constitución y no a una persona.
Vale la pena recalcar que Baduel es el décimo preso político que muere en custodia de organismos de seguridad del gobierno chavista (es más acertado que decir del “Estado” porque profesan simpatía política y cumplen órdenes emanadas del Ejecutivo). Pero no por eso su fallecimiento es menos indignante. Fue víctima de la terrible “tortura blanca”, la que juega con la salud mental del reo, que es lo más duro que puede sufrir una persona y de cuyas heridas es muy difícil sanar.
De La Tumba lo sacaron al Helicoide y nunca se supo por qué, pero no es de extrañar que se le haya pasado la mano y trataran de suavizar el encierro. Estas son las cosas que debería estar investigando el Ministerio Público, pero no lo harán porque ya el fiscal general chavista sentenció que murió por el virus. ¿Por qué ningún funcionario tuvo la decencia de llamar a su esposa o a sus hijas para dar la terrible noticia en privado, como se debe? ¿Es que no se cansan de hacer daño?
Ojalá la muerte de Baduel llegue como mensaje claro a todos los militares, sin importar su rango, que se han “cuadrado” a ciegas con el gobierno chavista para que estén claros de que en cualquier momento les pueden pagar de la misma manera su lealtad. Este general que murió sin pena ni gloria en una mazmorra del Helicoide fue primero elevado a los más altos rangos por sus “servicios”. Así paga el diablo a quien mejor le sirve, dice el dicho popular.
Editorial de El Nacional