El tercer país con la mayor inflación alimentaria del planeta, solo superado por Líbano y Zimbabue. Es un ranking en el que ningún gobierno que piense en sus ciudadanos quisiera aparecer, pero que por los lados de Miraflores se dan el lujo de ignorar y además mentir cínicamente sobre la verdadera situación económica del país. Se quedaron en el hecho de que Venezuela superó la espiral hiperinflacionaria y después de eso, no han hecho más nada.
Pero para la gente, para el venezolano, eso de que la inflación sea de un dígito o de dos o de tres no significa realmente mucho. Más bien, lo más probable es que no haya notado mucha diferencia, pues a la hora de comprar alimentos -asegura el Banco Mundial- tiene que pagar cada vez más. Las cifras de este organismo internacional rápidamente son desechadas por los “expertos” en economía del chavismo porque dicen que se trata de un ente que le hace juego al imperialismo y por eso sus cálculos no son creíbles. Pero, digan lo que digan, sus investigadores y analistas tienen mucha más experiencia y gozan de más credibilidad que ellos.
Curiosamente, cuando el Banco Mundial publica la lista de inflación alimentaria, el Banco Central de Venezuela se pone al día, pues tenía desde el 17 de junio sin informarlas y ahora se dan palmadas porque, de acuerdo con ellos, el monstruo inflacionario sigue amarrado. La acumulada de siete meses es de 48,4%; en julio reportaron 7,5%, es decir, un solo dígito, y para ellos eso es cantar victoria.
Lo que llama la atención, después de la información del Banco Mundial, es que para el ente emisor nacional los rubros que más aumentaron fueron educación, esparcimiento y servicios de vivienda. La comida no se destaca con variación de precios, lo que contradice completamente al organismo internacional cuya medición va desde julio de 2021 hasta julio de 2022.
El venezolano tiene toda la razón de no dejarse llevar por semejantes datos del BCV, pues la realidad está en su bolsillo. Aquí en Venezuela hay inflación hasta en dólares. El sueldo mínimo de 130 bolívares, que cuando lo decretaron representaba aproximadamente 30 dólares, a estas alturas de agosto apenas equivale a 21,7 dólares; esa es una operación matemática que tampoco hacen los consumidores, pero que indudablemente la sienten, y con eso es más que suficiente.
Para adquirir la canasta alimentaria se necesitan 21 sueldos mínimos al mes, pues la de julio se ubicó en 459,84 dólares. ¿Cómo hace una familia de 5 miembros para reunir ese monto? Es una tarea prácticamente imposible pero que le toca a la mayoría. El dólar sigue subiendo, el bolívar continúa pulverizándose, esos son los fenómenos económicos que realmente le interesan al venezolano. Obviamente, esta realidad está más cónsona con la que pinta el Banco Mundial que la que orgullosamente anuncia el Banco Central de Venezuela.
Ya lo advirtió el economista Orlando Ochoa cuando dijo que para superar el colapso económico hace falta mucho más que simplemente decir que el país se recuperó. «No se puede juzgar el estado de una economía por el patrón de consumo de unos privilegiados», agregó.
Al final, la única cuenta que importa es la que dice la cajera del supermercado o el que cobra en el puesto de la feria de hortalizas. Lo más caro es lo más necesario y no es culpa de ninguna sanción ni guerra extranjera, los responsables están en Miraflores.
Editorial de El Nacional