Estas tres palabras forman parte de las costumbres más queridas. Así comenzaban los niños sus cartas para pedir regalos de Navidad. Es algo que queda grabado en la memoria de todos los venezolanos que luego, en la adultez, las pronuncian para hacer su lista de deseos.
Es tiempo propicio para la reflexión, para los buenos propósitos, para invocar ayuda y hasta perdón. Eso es lo que enseña la fe cristiana y en Venezuela es la que profesa la mayoría.
Compartiendo ese sentimiento, en esta Nochebuena elevemos todos nuestras oraciones y pidamos regalos para Venezuela, este país que ha dado sin pedir nada a cambio y que ha sufrido tanto.
Pidamos para Venezuela no promesas vacías ni discursos sobre un mejor futuro. En cambio, que la oposición al fin deje a un lado sus diferencias y remen todos hacia un mismo lugar para conseguir el objetivo de un cambio.
Pidamos para que los más afectados por esta crisis puedan encontrar fuerzas para resistir y esperanzas para ver llegar mejores tiempos.
Pidamos porque los profesionales que son claves para reconstruir nuestro futuro sigan comprometidos con Venezuela. Que los médicos continúen con fervor místico salvando vidas; los maestros con vocación de hierro dispuestos a educar; los policías, los fiscales y los jueces honestos dispuestos a impartir verdadera justicia.
Pidamos porque las familias separadas consigan mantenerse unidas a través del amor que no conoce fronteras y encuentren la fuerza para alimentar el sueño de verse reunidas otra vez.
Pidamos porque los que han sentido la urgencia de huir, encuentren consuelo y ayuda para que recobren la alegría de vivir.
Pidamos porque la palabra tragedia sea borrada de nuestro vocabulario y de nuestra memoria. Que podamos reconstruir el país y que de esta pesadilla Venezuela salga fortalecida y se transforme en ejemplo de democracia, como un día lo fue.
Los ciudadanos no deben perder la esperanza. Han sido fuertes para aguantar el maltrato que han recibido del régimen durante más de 20 años. Así mismo serán valientes para recuperar su libertad y su democracia. Esperemos que el Niño Dios se acuerde de Venezuela.
Editorial de El Nacional