Todos los animales (incluyendo nuestra especie) luego de alimentarse realizan la digestión para aprovechar la energía de los alimentos, produciendo los desechos correspondientes posteriormente. Esos desechos pueden ser sólidos (materia fecal), líquidos (orina) o gaseosos (flatulencias y eructos).
Básicamente, las flatulencias y los eructos son bolsas de gas que se retienen en el organismo y luego naturalmente se liberan de nuestro cuerpo con estos nombres. Ocurre de forma natural, pues estos gases no son algo realmente útil ni mucho menos y por ende, el organismo lo expulsa.
Uno de los gases que componen las flatulencias y los eructos es el metano. El gas metano constituye uno de los mayores contribuyentes en el efecto invernadero y en realidad hasta es 23 veces más poderoso que el dióxido de carbono.
Cierta cantidad de metano en la atmósfera es algo normal y de hecho, es hasta bueno. El metano retiene el calor en la atmósfera y ayuda a mantener un ambiente cálido, el problema es cuando hay demasiado metano: las capas de gases de invernadero se vuelven más grandes y espesas, reteniendo más y más calor de forma excesiva, literalmente cocinando el planeta.
Se estima que en el mundo entero hay más de mil millones y medio de vacas y éstas son las mayores productoras de metano del mundo. Sus flatulencias también contienen otros gases contaminantes que influyen en el crecimiento del efecto invernadero y ⅔ de todo el amoníaco también proviene de sus gases.
Estudios científicos han indicado que para el año 2030 la emisión de gases de este tipo, por parte de la producción ganadera aumentará en un 60%. En cuanto a la emisión diaria de estos gases existe cierta controversia, no obstante, los datos rondan entre los 100, 200 y hasta 500 litros de metano por día, lo cual es una cantidad de enormes proporciones, en extremo preocupante.
Esto es aún más impactante si tenemos en cuenta que cualquiera de estas cantidades es equivalente o incluso mayor que la que de las emisiones de los automóviles, en otros términos: las vacas contaminan más que los automóviles.
Una de las grandes causales por las que esto ocurre es obviamente la mano del hombre. La ganadería se ha vuelto un enorme negocio en el mundo entero, especialmente a partir de mediados del siglo XX. Desde entonces, la producción ganadera no ha hecho más que crecer y crecer.
Para sostener ese mercado, entre otras cosas, se alimenta a las vacas con pastizales alterados químicamente y así lograr que más vacas puedan alimentarse en el menor tiempo posible. Es común el uso de fertilizantes y otros productos que hacen que el césped y las hierbas crezcan más rápido y así sea posible alimentar a más vacas, pero esto influye directamente sobre la forma en la que estos animales llevan a cabo la digestión.
Entre otras cosas, estos suelos modificados afectan el organismo de las vacas y provocan más cantidades de flatulencias y consecuentes emisiones de gases contaminantes. En algunos casos incluso vuelven infértiles a las vacas.
Fuente: Culturizando