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¿Qué pasa dentro de un hospital público en Caracas?

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¿Qué pasa dentro de un hospital público en Caracas?

La enfermera, que no revela su nombre a BBC Mundo, tiene la opción de usar las escaleras, aunque dice que le duelen las rodillas. Pero los pacientes, la mayoría de ellos, no tienen esa posibilidad. «El ascensor lleva así desde el año pasado», asegura, mientras grita de nuevo -«¡siete, siete!»- y golpea la puerta. «Así es como tenemos que trabajar acá», dice, en referencia al Hospital General Dr. José Gregorio Hernández en el barrio caraqueño de Catia, en Venezuela.

 

Crisis

 

El sistema de salud pública de Venezuela vive actualmente una de las peores crisis de su historia.

Lo que ocurre en el hospital de Catia, también conocido como el hospital de Los Magallanes, «es un resumen de lo que pasa en todos los hospitales del país», le dice a BBC Mundo el doctor Douglas León Natera, presidente de la Federación Médica Venezolana, quien es duro crítico del gobierno de Nicolás Maduro.

 

«El 90% de 300 hospitales públicos que hemos analizado», asegura, «cuenta solo con el 3% de los insumos básicos para responder a las necesidades de los pacientes».

 

El ministro de Salud, Francisco Armada, admitió hace un mes que «existen fallas muy importantes a nivel de atención hospitalaria», a pesar de otras inversiones en salud del gobierno que según él han sido exitosas, como la red de atención primaria ambulatoria conocida como Barrio Adentro.

 

Venezuela acompaña a Paraguay, Bolivia y Uruguay en la lista de países de la región que no tienen hospitales con certificación de Joint Commission International (JCI), una organización con sede en Chicago, EEUU, que establece estándares de calidad de servicio para los centros de salud.

 

En el escalafón de la revista América Economía de los 50 mejores hospitales -tanto públicos como privados- de América Latina solo hay dos en Venezuela. Y ambos son privados.

Mientras tanto, el público hospital de Catia no cuenta actualmente con las especialidades de radiología, cardiología y oftalmología, entre otras.

 

Y al ser de uno de los seis hospitales de referencia nivel 4 que hay en Caracas (es decir, que presta servicios de toda índole), el Magallanes debería tener rayos X, instrumental quirúrgico y al menos 300 camas habilitadas.

 

Pero hoy en día, constató BBC Mundo, solo se atienden urgencias y la mayoría de las habitaciones están fuera de servicio.

 

El director del hospital, Darío Gonzáles, reconoció en conversación con BBC Mundo que «tenemos fallas que no puedo negar, que sería ingenuo y deshonesto de mi parte decir que tengo todo».

 

Gonzáles explica que el edificio está parcialmente en «recuperación», por lo que solo 280 de las 505 camas disponibles están en servicio. «Este es un hospital que atiende emergencias, que atiende partos y cesáreas, que atiende cirugías, que tiene servicios de laboratorios», dice el director.

 

Inseguridad

 

Catia es uno de los barrios más inseguros de Caracas, de por sí una de las ciudades más peligrosas del mundo.

 

Rosa Torrealaba es la directora de traumatología del hospital, un departamento fundamental porque muchos de los pacientes que entran por emergencias vienen de un accidente de tránsito, mayormente en motos, o con una herida de bala.

 

«La semana pasada fue caótico», dice. «Llegaron seis personas con heridas de bala al tiempo y fue triste ver como tocaba llevarlos alzados por las escaleras para cirugía».

 

Torrealba, que también es presidenta de la Sociedad Médica del hospital, dice que los doctores trabajan con «misticismo» porque tienen que «improvisar los insumos para poder salvar vidas».

Un ejemplo, señala, es que deben resolver una hemorragia sin un catéter para pasar los líquidos necesarios.

 

Escasez

 

A la crisis hospitalaria se añade que los medicamentos en Venezuela no se encuentran -como sucede con el papel higiénico o los repuestos para carros- por la situación de desabastecimiento que sufre el país hace aproximadamente dos años.

 

Según la Federación Venezolana de Farmacéuticos, hay un 50% de escasez de medicinas para enfermedades crónicas, mientras que la Sociedad Venezolana de Salud Pública (una ONG que promueve la salud pública) dice que una farmacia promedio no tiene 22 de los 30 medicamentos más comunes para tratar el cáncer.

 

Algo particularmente delicado en un país con la mayor tasa de mortalidad por cáncer de la región, donde seis de cada diez pacientes mueren a causa de esta enfermedad según un informe del estadounidense director del Centro de Investigación del cáncer de mama del Hospital General de Massachusetts, Paul E. Goss, que fue publicado en la revista médica The Lancet el año pasado.

 

El ministro Armada aseguró en abril, en declaraciones a medios locales, que los problemas en la importación de insumos y equipos médicos se están solucionando en reuniones con integrantes del sector salud.

 

Mientras el gobierno sostiene que la crisis de desabastecimiento tiene que ver con una «guerra económica» del «imperialismo» en contra de Venezuela, analistas de oposición dicen que la escasez se debe a la falta de divisas que hay en el país donde rige un control estatal del cambio.

Según la Federación de Farmacéuticos el gobierno debe -en un caso parecido al que ocurre con las aerolíneas- unos US$4.000 millones a las empresas de medicamentos, del que solo ha pagado el 10%.

 

En los pasillos del hospital se ven doctores suturando pacientes, algunos sentados en el piso, porque no hay espacio en la sala de emergencias. Hay varios equipos que están reparados con esparadrapo, entre ellos una lámpara de cirugía. Algunos otros que dicen «contaminado». Y en los techos, que están descubiertos, se pueden ver las tuberías.

 

«Hay cinco áreas en las que tenemos problemas y estamos trabajando para restaurar», explica el director Gonzáles.

 

«Problemas de seguridad y de infraestructura y falta de personal médico y de servicio, de insumos y de tecnología en punta».

 

Dólares

 

Jesús Escalante ha llegado al hospital de Catia dos veces en los últimos dos meses con ataques de tensión que los médicos han calificado de preinfartos.

 

Le recetan un antihipertensivo llamado Diovan que cuesta 600 bolívares (unos US$12 a la tasa de cambio oficial de 50 bolívares por dólar). Pero en Caracas no lo consigue.

 

Parte de la razón de la escasez de medicamentos es que importarlos no resulta rentable para las farmacéuticas, pues los precios están regulados por el Estado.

 

Escalante tiene un amigo que le trae el Diovan de Colombia, donde los medicamentos no están regulados, a diez veces el precio.

 

«Tengo que racionarlos», cuenta, «porque a ese precio me toca escoger entre la comida de la familia y el mal humor y el acelere que me da la hipertensión».

 

Algo parecido ocurre con los demás insumos médicos que se necesitan en el hospital: como no los hay, la gente los debe comprar en el mercado negro.

 

Por eso en la esquina del hospital de Catia, así como en otros hospitales de Caracas, venden gasas, vendas y agujas.

 

– ¿Y qué pasa con los pacientes que no tienen plata para comprar afuera los insumos?, le pregunto a Torrealba.

 

– Pues imagínate. O nosotros reemplazamos la venda con papel higiénico o ellos se consiguen a alguien que les preste la plata.

 

Sin embargo, el director Gonzáles dice que hay una resistencia a utilizar los insumos que importa el gobierno a través de acuerdos con China porque «les afectan sus intereses».

 

Y añade: «No podemos poner todos los insumos a disponibilidad de todo el mundo, porque son altamente costosos (…) No es que no los tengamos, sino que los tenemos resguardados con alguien responsabilizado de eso».

 

Revolución

 

Muchos culpan a la llamada revolución bolivariana del fallecido presidente Hugo Chávez de la crisis sanitaria que vive Venezuela.

 

Sin embargo, el gobierno asegura que la Misión Barrio Adentro -que es una inversión en centros de medicina ambulatoria, a diferencia de la medicina integral que suponen los hospitales públicos- ha sido un avance para el país en materia de salud.

 

El programa ha instalado, con la colaboración de 17.000 doctores cubanos, 10.000 módulos de atención primaria en barrios, urbanizaciones y caseríos de todo el país, según cifras oficiales.

En la celebración de los 11 años de este programa social en abril pasado, el vicepresidente, Jorge Arreaza, destacó que «se han ofrecido 617 millones de consultas médicas gratuitas y se han salvado más de 1.750.000 vidas».

 

Pero, para León, esto es parte de una «política partidista efectista pero no efectiva que destruyó la salud pública en general y acabó con los recursos y la infraestructura que se necesita para resolver los casos realmente graves, de urgencias», dice sobre la supuesta falta de inversión en salud pública.

 

«Guarimbas»

 

En las paredes de las escaleras del hospital de Catia hay varias consignas escritas a mano que atacan a los médicos. Una de ellas dice «médicos guarimberos adecos», en referencia a los opositores que arman barricadas o guarimbas en las calles en forma de protesta y al partido opositor Acción Democrática.

 

Los residentes del hospital, así como Torrealba, no han ocultado su insatisfacción con sus condiciones laborales y el tratamiento que el gobierno le ha dado al sector salud.

Y a cuenta de su protesta, aseguran, han sido amenazados y amedrentados por seguidores del gobierno.

 

Lo mismo han hecho cientos de doctores en el país que, en protestas en la calle y a través de las redes sociales, han denunciado el mal estado de los hospitales.

 

«El gobierno ha dicho mucho pero ha hecho poco», dice. Y eso es lo que parece haber ocurrido hasta ahora en el hospital de Catia, donde el gobierno ha lanzado varios programas de revisión, rectificación y reimpulso -un programa lanzado por Chávez conocido como «las tres erres»- pero ninguno se ha llevado a cabo.

 

Otros médicos venezolanos han decidido irse. Según el Colegio de Médicos, que es donde procesan la documentación profesional para su salida del país, más de 7.000 doctores se han ido al exterior desde el 2001 hasta este año.

 

La fuga de cerebros, según el director Gonzáles, es precisamente una de las razones por las que no hay médicos especialistas en el hospital de Catia.

 

«Hay una satanización de la salud pública que ha hecho que nadie quiera trabajar acá», asegura.

Pero, para Torrealba, el problema es otro: «No hay futuro para los jóvenes que salen ahora. Por eso se quieren ir. Todos nos queremos ir ya».

 

– Pero, ¿y qué va a pasar con toda la gente que está dejando de recibir tratamiento?, le pregunto a la doctora.

 

– Pues se van a morir. O se están muriendo, responde.

 

Fuente: BBC.co

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