El camino hacia un período de transición que se hace cada vez más imperativo necesita pronunciamientos evidentes e indiscutibles de la sociedad civil. No hablamos de las aglomeraciones masivas que hemos protagonizado, de las grandes marchas llevadas a cabo en todo el país, a través de las cuales se ha constatado el respaldo de las mayorías nacionales al papel asumido por la Asamblea Nacional y por su presidente, el diputado Juan Guaidó, sino a manifestaciones específicas de las agrupaciones públicas y privadas que tienen la obligación de comunicar su punto de vista y una conducta sin equívocos sobre los hechos que hoy conmueven a Venezuela.
Cuando las diferentes asociaciones o agrupaciones establecidas en la sociedad señalan las razones de su apoyo a una situación que incumbe a todos los miembros de la colectividad, se fortalece el movimiento que las encabeza porque se ofrecen razones a través de las cuales una determinada fuerza histórica se convierte en arrolladora por la fortaleza de las columnas que la respaldan. Una multitud entusiasta remite a soportes sustanciales de un designio político como el que pretende el cese de la usurpación perpetrada por Maduro, pero se necesita también el calor de las razones que deben ofrecer las asociaciones fundamentales de la trama social: un gremio de profesionales, un sindicato organizado y reconocido, un centro educativo de significación, las academias establecidas en la cúpula de la cohabitación republicana, por ejemplo.
Cada una de esas agrupaciones que representan intereses o puntos de vista relacionados con un oficio particular, con una historia hecha a través de senderos peculiares, con esfuerzos de un sector que se ha legitimado y ha adquirido respeto debido a sus ejecutorias está en capacidad de ofrecer argumentos sólidos y luces indiscutibles sobre el problema más acuciante de la actualidad, que es la salida del usurpador y su remplazo por una administración transicional que se distinga por la amplitud y la altura de miras. El paso que debe venir, el anhelo de libertad y honestidad por el cual clama la mayoría de la república, puede aumentar la solidez de su objetivo y la claridad de sus propósitos, si las mencionadas instituciones de la sociedad civil le dan mayor auxilio con el sustento de sus ideas y con el calor de su preocupación sectorial.
Un cambio histórico se hace de una necesidad expresada en sentido genérico, pero también de las urgencias y los pesares que comunican los diferentes fragmentos, profesiones y quehaceres de la sociedad que han logrado lugar legítimo a través del tiempo y han rendido servicios de trascendencia al prójimo en todas las escalas de la vida. No solo hay que dar la cara en las manifestaciones de calle, en las grandes exhibiciones de respaldo que han ocurrido en todas las ciudades y en todas las poblaciones de Venezuela, sino también en el seno de las asociaciones sin cuya colaboración no se puede aspirar a una mudanza cabal de la situación que padecemos. No solo se multiplica así la fortaleza de una aspiración arrolladora, sino que también todos tenemos la posibilidad de mostrar nuestro coraje y nuestra responsabilidad.
Editorial de El Nacional