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¿Qué esperar de la dinámica inflacionaria en lo que resta de año?

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¿Qué esperar de la dinámica inflacionaria en lo que resta de año?

La inflación en Venezuela en el 2016  ha afectado de manera marcada las decisiones, patrones de consumo y comportamientos tanto de personas naturales como empresas. La aceleración de precios en los primeros siete meses del año fue muy marcada, reflejado en diferentes indicadores alternativos que hacen seguimiento a la dinámica inflacionaria. Para entender por qué sucedió lo anterior y lo que vendrá en los próximos meses, primero hay que explicar cuáles son los principales determinantes de la inflación en Venezuela y entender que es un fenómeno multifactorial. Veamos:

 

 

 

Brecha cambiaria: este es uno de los principales elementos que ha explicado la inflación en 2016, ya que la brecha entre el indicador de tipo de cambio alternativo y la tasa SIMADI/DICOM, se ha reducido de manera marcada en lo que va de año. La variación de esta última tasa desde su creación ha sido de +216%, equivalente a una devaluación de +68.4%, lo cual ha funcionado como un marcador de precios para el sector privado, provocando fuertes ajustes en el precio de los bienes.

 

 

Brecha entre oferta y demanda: cuando se demanda un producto de manera elevada con una oferta que no puede responder a dicho estimulo, el mecanismo de ajuste de dicho desequilibrio es el aumento de precio del bien en cuestión. En Venezuela la demanda en los últimos años era creciente, pero con una oferta que progresivamente podía responder en menor medida a los estímulos monetarios y fiscales que recibía y que se muestra limitada ante los cuellos de botella vía restricciones regulatorias sobre las cuales opera y el fuerte de recorte de importaciones observado desde 2014.

 

 

Por su parte, la demanda en Venezuela se ve explicada principalmente por dos factores, siendo estos los incrementos salariales y la expansión real del crédito a través de un mayor fomento de la liquidez monetaria vía financiamiento del déficit y crecimiento del gasto público. Por el lado de la liquidez monetaria, la misma se ha mantenido anclada en torno a un 100% en lo que va de año, mientras que el gasto público se ha expandido hasta agosto-16 en +85%, lo cual implica un fuerte recorte fiscal por parte del Gobierno en medio de cifras de inflación que pueden quintuplicar los crecimientos anteriores. Esto sin duda  ha buscado disminuir presiones vía demanda y por tanto en precios.

 

 

 

Expectativas: vale preguntarse por qué si la brecha cambiaria se fue reduciendo, los estímulos de demanda se redujeron con menor monetización de déficit fiscal, de igual forma la inflación sigue creciendo. La respuesta se encuentra en las expectativas, ya que cuando la demanda de dinero de una economía cae, es porque progresivamente la confianza en la moneda en curso es cada vez más baja, por tanto, la formación de precios se alimenta de dichas expectativas y la reposición de inventarios toma en consideración dichas distorsiones hacia futuro. La falta de estabilidad implica expectativas más volátiles, lo cual es sinónimo de aceleración de precios.

 

 

Ya teniendo en consideración que la inflación en Venezuela se ve explicada por varios factores y no por una sola razón, recientemente se venía observado una dinámica de menor aceleración de precios en algunos bienes de la canasta básica, como consecuencia de un aumento salarial de solo +110% en el año, frente a una inflación mucho más elevada que dicha cifra, por tanto era de esperar que la destrucción del poder adquisitivo provocara que la oferta se ajustara y que por tanto algunos precios disminuyeran o bajaran su ritmo de crecimiento, pues si no hay demanda en un mercado quedan dos opciones básicas: bajan los precios y la demanda reacciona o la empresa se queda con su inventario y estaría destinada a cerrar por no generar ventas.

 

 

 

El argumento anterior se ve descrito en el gráfico inferior, en el que se muestra el indicador de Cesta Petare construido por la firma Hinterlaces, el cual comprende un grupo de 42 productos que se venden en Petare y comercios de la zona. Se observa como la curva desde abril hasta junio, sigue un patrón muy similar a la depreciación observada en la tasa SIMADI/DICOM, sin embargo, ya a partir de julio, cuando dicha tasa detiene su ritmo de depreciación, en efecto la pendiente de precios de la canasta en cuestión disminuyó su aceleración, mostrando inclusive una caída en la última quincena de julio.

 

 

 

Ahora bien, ¿que está cambiando actualmente en el panorama para que nuevamente el precio de dicha canasta haya vuelto a aumentar desde la primera quincena de agosto? Hay una variable fundamental que está cambiando en los últimos meses y ya empieza a reflejar algunos efectos en la dinámica de precios y es que la monetización del déficit y el crecimiento del gasto público se están acelerando de nuevo, luego de casi siete meses de estancamiento.

 

 

En efecto, el crecimiento promedio anualizado del gasto público hasta el corte de agosto, fue de +84.5%, mientras que al corte de la tercera semana de septiembre ya muestra una tasa anualizada en el mes cercana al +200%. De continuar a este ritmo en los próximos tres meses del año, estaríamos frente a una expansión de gasto de +2.638 MMM en dicho periodo, esto sin considerar un nuevo aumento salarial probablemente en noviembre, lo cual podría ubicar la variación del gasto en el último trimestre en valores superiores a los  +3.000 MMM.

 

 

 

¿Qué esperar hacia los meses restantes del 2016? Estacionalmente, el último trimestre del año es sinónimo de mayor expansión de gasto y eso ya lo estamos empezando a ver, lo cual estimulará la demanda y por tanto los precios tanto de bienes en mercados convencionales como en mercados alternativos, porque existirá un mayor excedente que será redirigido hacia diferentes usos. El punto clave para predecir la dinámica inflacionaria hacia los próximos meses se encuentra en dos elementos, numerados en orden de importancia: 1) el tamaño de los incrementos salariales y la periodicidad de los mismos 2) la monetización del déficit fiscal y el crecimiento del gasto.

 

 

 

Fuente: Banca y Negocio

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