Hay palabras que en su mayoría solo se les conoce un significado. Cuando se lee la palabra “duende”, la imagen que viene a la cabeza es la de un ser mágico, misterioso, travieso, a veces escalofriante que no forma parte del mundo real.
Sin embargo, hay acepciones que le dan otra connotación, en este caso artística. Duende o “tener duende”, es una frase que hace alusión a un estado elevado de expresión, emoción, autenticidad y tener alma sobre algo. Está relacionado, generalmente con el flamenco.
Se dice que el duende es el espíritu de la evocación, viene de adentro como una respuesta física y emocional al arte. Es eso que te hace reír, llorar o poner la piel de gallina como reacción ante una presentación artística particularmente expresiva.
Federico García Lorca realizó un ensayo “Juego y Teoría del Duende” (1933), en él definió esta palabra como una de las tres encarnaciones de la inspiración artística y la creatividad humana. Estas tres entidades espirituales son: Las musas, los ángeles y el duende. Lorca comparó cada uno de estos cuerpos sobrenaturales en su escrito.
Para Christopher Maurer, editor de “In Search of Duende”. Este espíritu ayuda al artista a ver las limitaciones de la inteligencia, recordarle que puede estar cara a cara con la muerte, y que eso le hace crear y comunicar algo realmente memorable.
No es solo cuestión de quien pinta, crea o interpreta, sino también algo que puede sentir el público. La idea de esto, es que la creación pueda ser comprendida espontáneamente sin esfuerzo alguno.
Según el crítico Brook Zern, una actuación de alguien con duende transmite una intensidad “casi insoportable”, es decir, que las sensaciones que evoca el artista tienen tanto poder que es fácil para el público sentirse identificado o emocionado al respecto.
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