El titular que acabas de leer podría ser el lema vital de Scott Mason, el inventor del parahawking, que no es más que parapente practicado en compañía de un ave de presa amaestrada.
Este deporte combina el antiquísimo arte de la cetrería con las modernas técnicas del parapente. Los pájaros son entrenados para relacionarse en armonía con el piloto y aportan su habilidad natural para encontrar las corrientes termales (aire caliente que asciende), que les permiten ganar altura y volar largas distancias sin necesidad de batir las alas.
El piloto del parapente los sigue para ahorrar energía en su vuelo. Durante el planeo, hay que ir recompensando a las aves para reforzar su conducta: el piloto o su pasajero depositan pequeños trozos de carne en sus manos enguantadas en una perfecta simbiosis hombre-animal.
Lo que empezó en 2001 como una actividad solitaria de Mason cuenta ya con cientos de practicantes, y figura como una de las
principales atracciones turísticas en Pokhara (Nepal),donde se inició.
El parahawking tiene una vertiente conservacionista: además de ofrecer la experiencia de interactuar con aves de presa en su propio entorno, el proyecto de Mason dona una cantidad que ronda los diez euros por cada vuelo en tándem que se contrata.
El objetivo es contribuir a los diferentes proyectos de salvación del buitre asiático, especie al borde de la extinción tras ver descender su población en un 99 % durante los últimos quince años. La causa, el diclofenaco, un medicamento antiinflamatorio que se administra al ganado y resulta venenoso para estas rapaces.