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Entre las “proezas” de la revolución que –gracias, según algunos, a la antipolítica– se concretó con el ascenso al poder del golpista devenido en héroe y cuya desaparición ha precipitado un proceso electoral, habría que destacar la destrucción institucional no para refundar la República, como se dijo, sino para adueñarse de ella y disponer a discreción de sus recursos en beneficio de un grupo de aventureros y revanchistas.

 

Que esta gente se siente dueña absoluta del país lo demuestra su falso dominio político. Fanfarronean como redentores en barrios, caseríos y, en general, en cualquier núcleo urbano o rural donde se asienten la penuria y la indigencia para, mediante la dádiva asistencial, obtener a cambio los votos de sus pobladores y proclamar, como cruzados y señores feudales, su dominio sobre el predio “conquistado”.

 

Tal cual lo hace un perro, marcan sus territorios para ladrarle al enemigo que se abstenga de penetrar en ellos so pena de ser objetos de la ira y la violencia de inciviles y matones tarifados.

 

Se creen amos absolutos de la nación y de sus bienes. Ejemplo de ello lo constituye el insolente twit enviado por el ministro de Turismo, Alejandro Fleming, para que los gerentes de Venetur hagan contraloría social e impidan que “la derecha se hospede en los hoteles o contrate con ellos”. Es decir, como en tiempos ya muy remotos, Venetur se ampara en el “derecho de admisión”, un derecho que no es tal y, por inconstitucional, fue eliminado cuando Diego Arria estaba al frente de Corpoturismo. Igual ocurría en Cuba cuando Fidel ordenó que los cubanos no debieran entrar en los hoteles de lujo, y más si eran negros. Raúl eliminó semejante bajeza.

 

Valga esta larga introducción para valorar en su justa dimensión las declaraciones del presidente encargado y candidato a la Presidencia por el Partido Socialista Unido de Venezuela, Nicolás Maduro, cuando afirmaba que el abanderado de la Unidad Democrática, Henrique Capriles, planeaba ir a Barinas para “provocar al pueblo”.

 

Hay quienes recomiendan indiferencia frente a la provocación. Una recomendación que no puede ser asumida por quien irrespeta su investidura y que, por su caricaturización del mentor ausente, hace una mamarrachada del ejercicio presidencial. Por eso, en la creciente paranoia que lo tiene al borde de un ataque de nervios, Maduro se inventa una imaginario desafío que, a la larga, está beneficiando a su adversario, pues evade el reto verdadero, el de debatir sobre sus planes y propósitos de gobierno.

 

Maduro comienza en Barinas la campaña electoral con las arcas del tesoro, el aparato mediático del Estado y el apoyo incondicional de los poderes públicos a su favor, incluido el electoral; Capriles, con un saco de voluntad y una mochila de esperanzas a cuestas, acudió a Monagas. Pero ¿al ganar Capriles las elecciones, lo considerará Maduro una provocación del elector? ¿Reconocerá el triunfo o tratará de usar a la FANB?

 

Fuente: EN

Editorial de El Nacional

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