La caída de la producción agrícola en Venezuela ha sido estrepitosa. Pese a la abundancia de tierras fértiles y la ventaja de un clima tropical con períodos de lluvia y sequía bien definidos, el campo venezolano enfrenta hoy las consecuencias de la falta de inversión, expropiaciones y, sobre todo, la escasez de combustibles que ha golpeado fuertemente a un sector actualmente sostenido, en su gran mayoría, por la empresa privada.
El sector agrícola ha experimentado este descenso sostenido en sus niveles de producción desde el año 2010, luego de la expropiación de la compañía de insumos agrícolas Agroisleña, ahora llamada Agropatria, propiedad del Gobierno nacional. A partir de aquel momento, el Ejecutivo y el Ministerio de Agricultura, a través de la empresa estatal, comenzaron a dirigir y regular no solo los créditos bancarios destinados a productores, gremios o asociaciones, sino también a los agroinsumos. En consecuencia y sobre todo durante los últimos 5 años, la producción ha ido cayendo hasta niveles de hace 60 años.
Celso Fantinel, vicepresidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), señala que ya para el año 2019 apenas se lograron sembrar en el rubro más importante, el maíz blanco y amarillo, un máximo de 150.000 hectáreas, frente a casi 700.000 sembradas en 2008.
– Alimentos para dos o tres meses –
En entrevista para Banca y Negocios, Fantinel destacó que aun cuando para el oriente del país las condiciones climáticas en 2020 fueron favorables para la producción de maíz, hubo un rendimiento cercano a los 3.500 kilos, lo que da una cosecha de casi 500.000 toneladas, que alcanzaría apenas para dos meses si la capacidad de consumo de los venezolanos estuviera en niveles de 2013 o 2014.
En cuanto al arroz, el gremialista indicó que durante el ciclo más importante que es el de invierno, «ni siquiera llegamos a 30.000 hectáreas para una producción de 3.800 kilos o 110.000 toneladas», que alcanzaría solo para un mes de consumo.
En ese sentido, estimó que debido a la fuerte contracción del consumo producto de la inflación y la devaluación del bolívar frente al dólar, los alimentos cosechados alcancen para cubrir la demanda de dos o tres meses.
– De la soberanía alimentaria a la dependencia de importaciones –
Entre los años 2008 y 2009 -resalta Fantinel- Venezuela alcanzó la soberanía en producción de maíz blanco y un 75% de producción de maíz amarillo para alimentos de animales. En arroz, la sumatoria del ciclo de verano y el de invierno alcanzó las 230.000 toneladas, con rendimientos superiores a los 4.000 kilos. En total, la cosecha fue de 1.300.000 toneladas mientras que el consumo en el país estaba alrededor de 1.200.000. «Logramos exportar para Colombia más de 100.000 toneladas», afirmó.
12 años después, al país arriban gran cantidad de barcos con maíz blanco, maíz amarillo y arroz. Para 2020, Venezuela importó cerca de 800.000 toneladas de maíz blanco y casi un millón de toneladas de maíz amarillo, para tratar de compensar lo que no se está produciendo en el país.
En el caso de la caña de azúcar, la caída es tan dramática como en el caso de todos los rubros vegetales. Mientras que en 2012 Venezuela alcanzó un récord de casi 9,6 millones de toneladas (70 mil toneladas por hectárea) que representaba un 70% del consumo, este año, según estimaciones del gremio, se cosechará un máximo de 45.000 toneladas por hectárea.
«Para Agropatria y el ministerio de Agricultura la caña de azúcar y el café no son rubros esenciales, por eso desde 2017 comenzaron a negarles insumos a los productores y ahora no se producirán sino 200.000 quintales de café y el resto se tendrá que cubrir con importaciones», resaltó el vicepresidente de Fedeagro.
Asimismo, añadió que los decretos que han exonerado del pago de impuestos a importaciones de productos terminados y de materia prima, aunado al contrabando de alimentos desde Brasil y Colombia, han afectado en gran medida a los productores nacionales.
– Cosechas en vilo por escasez de combustible –
A la crisis económica que había generado la caída de la productividad en el sector agrícola desde hace varios años, se sumó en 2020 la crisis sanitaria por la pandemia y la escasez combustible que se siente sobre todo en las zonas productoras.
«Ahora se nos agravó no solo la falta de gasolina sino de gasoil, de una manera tal que la cosecha de caña y de café están en vilo. El ciclo de invierno está en vilo», alertó Fantinel.
El representante del sector prevé que si el Gobierno nacional no logra suministrar mensualmente las cantidades de combustible necesarios para la siembra, va a ser muy difícil producir siquiera la misma cantidad que el año anterior, teniendo que en cuenta que para sembrar una hectárea de maíz, por ejemplo, son necesarios al menos 80 litros de combustible.
En cuanto a las hortalizas, Fantinel señala que no solo están cada vez más escasas sino que han perdido calidad por la falta de insumos necesarios y los altos precios que además están dolarizados. «El productor se descapitaliza producto de la hiperinflación que ha golpeado tan fuertemente al campo venezolano», expresó.
– Esfuerzo privado –
El vicepresidente de Fedeagro asegura que tanto la siembra de maíz como de arroz, de caña, y otros rubros se sostienen en un 95% por esfuerzo del sector privado y apenas en un 5% por el sector público.
«Ya estamos montados en comprar agroinsumos para maíz y arroz. Hemos tenido que salir de Venezuela a comprar fertilizantes, semillas, y ahora no me quiero imaginar que tengamos que salir también a comprar combustible, lubricantes y otros insumos para la producción», dijo Fantinel.
Señala que los productores han logrado capitalizarse un poco debido a que algunas industrias les están pagando en divisas y otros empresarios han podido traer algunos insumos a su propio riesgo.
No obstante, afirmó que pese al gran esfuerzo de la empresa privada, la producción lograda solo representa un tercio de lo que se necesita para cubrir la demanda nacional.
Solo para lograr alcanzar la meta de un 60% a 70% de soberanía alimentaria, de acuerdo con el gremio, se requiere una inversión de unos 1.500 millones dólares entre agroinsumos, maquinarias, equipos, repuestos, combustibles, lubricantes, tecnología, capacitación, etc., mientras que la inversión actual no llega a los 150 millones de dólares. «El gobierno ya no aporta en nada», aseveró Fantinel.
El gremialista ve poco probable que se logre sembrar la misma extensión de superficie que el año anterior si el gobierno no toma a la agroindustria como un sector prioritario.
«Están los productores y están las tierras pero si no invertimos, vamos a seguir produciendo entre un 15% y 20% de lo que demanda el país», expresó.
A su juicio, de haber la inversión necesaria, el país se encaminaría a un sector agroalimentario sostenido por la empresa privada. Sin embargo, indica que ante la ausencia de capacidad crediticia, hace falta un esfuerzo externo que posteriormente se puede pagar con producción.
Ante ese escenario, señala, en tres años Venezuela podría incluso dejar de importar y utilizar esas divisas para invertir en las áreas que más lo necesitan.
«En los próximos 5 años podríamos estar ofreciendo puestos de trabajo, rubros, maquinarias, equipos, y toda la economía que está alrededor de la agricultura en 17 estados volvería a surgir. Va a ser desde el campo venezolano el resurgir de Venezuela», aseguró Fantinel.
Fuente: Banca y Negocios
Por: Maria Laura Espinoza
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