El libro First Women: The Grace and Power of America’s Modern First Ladies recuerda algunos momentos escabrosos en la residencia presidencial
En su exploración del universo de diez primeras damas de los Estados Unidos, First Women: The Grace and Power of America’s Modern First Ladies (Primeras mujeres: la gracia y el poder de las primeras damas modernas de los Estados Unidos), Kate Andersen Brower recordó algunos momentos difíciles en la casa privada más pública del mundo.
La renuncia de Richard Nixon. «Pat se mantuvo junto a su marido en los años más difíciles, cuando el escándalo Watergate terminó con su presidencia y lo convirtió en el primer mandatario de la historia que renunció. El día que dejaron la Casa Blanca deshonrados, los Nixon se sentaron en silencio en el helicóptero que salió del Jardín Sur y comenzó su viaje sobre la Explanada Nacional. Pat murmuró para sí: ‘Es tan triste. Es tan triste’. (…) Betty Ford acompañó a su amiga Pat al helicóptero aquel último día de los Nixon en la Casa Blanca. Como la esposa del vicepresidente de Nixon, Gerald Ford, Betty le había tomado cariño a Pat y se sentía apenada por ella. ‘Dios mío, si hasta nos han sacado la alfombra roja, ¿qué te parece?’, le dijo Pat a Betty con remordimiento».
El affair Monica Lewinsky. «Hillary compartió más que ambición e intelecto con Eleanor [Roosevelt]: también el vínculo doloroso de un matrimonio con un esposo infiel, un tema que irónicamente Monica Lewinsky sacó en una carta». Cuando el 30 de septiembre de 1997 la becaria le pidió una cita al presidente Bill Clinton, le escribió: «Oh, Guapo, ¡recuerda que FDR nunca habría rechazado una visita de Lucy Mercer!», quien fuera la amante de Franklyn Deano Roosevelt por largo tiempo.
¿Quién paga la cuenta? Rosalynn Carter se escandalizó al recibir la primera cuenta de la comida que habían consumido su esposo, ella y sus invitados, y Jacqueline Kennedy cambió a la persona a cargo de las compras porque las cifras eran siderales.
Devolución de regalos. La familia del presidente de los Estados Unidos no se puede quedar con regalos de más de cierto valor. «Cuando los Carter estaban en la Casa Blanca, no podían aceptar nada de más de 100 dólares. Su hija, Amy, tuvo que devolver, entre lágrimas, una cabeza de Cristo tallada en coral que el papa Juan Pablo II le había dado cuando lo visitó en El Vaticano».
Una mudanza con todo. «Hubo caos el día que los Clinton se mudaron, y luego se los criticó por haberse llevado 190.000 dólares en vajilla, alfombras, televisores, platería y otros regalos cuando se fueron. Los Clinton acordaron que pagarían 86.000 dólares por los regalos y devolvieron 28.000 dólares de enseres a Washington, porque por error creyeron que eran regalos personales para ellos pero en realidad eran regalos para la colección permanente de la Casa Blanca».
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Por: Gabriela Esquivada