El hombre se sienta con las piernas extendidas. Inclina un poco el tronco hacia atrás, apoyado sobre las manos. Debe estar cómodamente posicionado para que la postura sea agradable todo el rato. Una alfombra mullida o incluso la cama son preferibles a las baldosas.
La mujer viene a sentarse sobre él, dejándose penetrar para tener un punto de anclaje solido con el cuerpo de su pareja. En esas condiciones, se puede dejar caer hacia detrás, apoyándose sobre sus manos también y elevando sus piernas para colocarlas en los hombros de su compañero.
Ya no habrá pretextos para que los momentos de pasión duren para toda la noche.