Los seis implicados en el asesinato de la ex Miss Venezuela, Mónica Spear, y de su esposo Thomas Berry, venían arrastrando una disputa dentro de la organización criminal que conformaron.
Fue la madrugada del lunes cuando dos de ellos, quienes compartían una celda de castigo en El Rodeo II con un tercer compañero, dirimieron esa diferencia asesinando de múltiples puñaladas a Adolfo David Rico Agreda, de 28 años, conocido como «Mandolfo».
Fuentes policiales manifestaron, de forma extraoficial, que los dos homicidas: Nelfren Antonio Jiménez Álvarez y José Gregorio Ferreira Herrera, alias «el Junior», confesaron haber cometido el crimen dentro de la celda número 5, en piso 3, letra B del penal.
Explicaron a las autoridades que «lo habían matado porque tenían un problema pendiente, y si no lo hacían, ‘Mandolfo’ los atacaría a ellos».
El detonante
De acuerdo a las declaraciones de los reclusos, el problema interno de la banda se inició una vez cometido el crimen de Mónica Spear y su esposo.
Fuentes detallaron que el líder del grupo, Gerardo José Contreras Álvarez, alias «el Gato», conocía a los cinco sujetos que actuaron esa noche. Sin embargo, entre ellos no tenían contacto.
De allí deriva la rivalidad de la banda, pues Nelfren y «el Junior» durante el juicio del doble homicidio acusaron a «el Gato» de haber sido el autor material. Pero «Mandolfo» defendía al líder, y eso le causó más problemas con el resto de los miembros.
Cuando «el Gato» fue capturado un año después del hecho, y encarcelado en El Rodeo II el sábado 31 de enero, la banda se volvió a unir.
Al parecer, revivieron las diferencias, esta vez con el líder presente. Hubo problemas entre ellos y fueron encerrados en una celda de castigo «Mandolfo», Nelfren y «el Junior».
Allí continuaron las discusiones, al punto de que estos últimos asesinaron a su compañero con un objeto metálico que afilaron para convertirlo en chuzo.
Nelfren y «el Junior» estaban condenados a 26 años de prisión por el caso Spear Berry.
Ahora deberán ser enjuiciados de nuevo. Mientras, están en una celda aislada y considerados «de alta peligrosidad».
DEIVIS RAMÍREZ MIRANDA
EL UNIVERSAL