Es común escuchar la expresión de “sonar” o “tronarse” los dedos” en el día a día. Sin embargo, el sonido que resulta de esta costumbre, que tienen algunas personas y que otras detestan, no es generado por el crujido de los huesos. Conoce por qué nuestros dedos crujen al tronarlos.
Creencias erróneas y explicación científica
El tronarse los dedos genera dos creencias erróneas, la primera, es que el sonido es causado por el hueso, mientras que la segunda consiste en que este hábito propicia la aparición de artritis. Ahora te explicamos las dos.
Una investigación publicada en la revista especializada en ciencia Plos One, analizó a través de una resonancia magnética lo que sucedía dentro del dedo al momento de crujirse, revelando que este proceso –que dura menos de 310 milisegundos- causa un sonido a raíz de los gases internos.
Las articulaciones están cubiertas por un líquido viscoso –parecido al de la clara de un huevo- llamado líquido sinovial, que tiene como función lubricar la articulación.
Cuando la persona se truena el dedo, el hueso se separa permitiendo que algunas microscópicas burbujas de gas, se unan para formar otra más grande.
Esta generación de cavidades de gas causadas por la separación momentánea del hueso, es la que provoca el sonido que escuchados al crujirse los dedos. Esta conclusión ya se había mencionado en un estudio científico que se realizó en 1947.
¿Esta costumbre puede dar artritis?
Teóricamente, se puede presumir que tronar constantemente los huesos provoca un desgaste en el cartílago, sin embargo, los estudios realizados para conocer la respuesta a esto no prueban que crujirse los dedos sea una causa de la artritis, en cambio, podría ser una consecuencia de esto.
Donald Unger, un científico estadounidense quiso desmentir este mito con sus propias manos, literalmente. Según él, se dedicó a crujirse su mano izquierda durante 60 años, mientras que nunca lo hizo con la derecha.
En 2009, luego de analizarse ambas manos, comprobó que ninguna de las dos sufre de artritis. Esta “investigación” lo hizo ganador del Ig Nobel, un premio otorgado a estudios científicos poco convencionales.
Ya sabes por qué nuestros dedos crujen al tronarlos.
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