El primer beso es, quizás, el momento más anhelado por la pareja antes de consolidar una relación. Se trata del contacto más íntimo que se tiene antes de pasar al plano sexual y una prueba para muchos, quienes ante una experiencia desagradable al besar deciden abandonar el juego del amor.
Y, de hecho, hay un grupo de científicos, según ellos expertos en la ciencia del beso, que se autodenominan filematólogos. Entre ellos se encuentra la antropóloga Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers quien asevera que el beso es una práctica netamente instintiva; es decir, toda una cuestión de química.
Asimismo dice que tanto los hombres como las mujeres tienen un objetivo al besarse entre sí. Las mujeres, por su parte, buscan conocer o ‘escanear’ el estado del sistema inmune de su posible pareja; mientras tanto, los hombres adoran los besos húmedos, pues de esta forma, pueden atraer a las mujeres con los altos niveles de testosterona que segregan en el intercambio salival. Ellos también detectan, por medio de la saliva, qué tan fértil es su posible pareja, acorde a sus niveles de estrógenos.
Lo anterior es exactamente lo que sucede con los animales, pues, según Fisher, también tienen manifestaciones de afecto, como acercar sus narices, lamerse y entrelazar algunas partes del cuerpo.
Lo cierto es que durante un beso apasionado ocurren fenómenos físicos como el aumento los niveles de dopamina (la sustancia relacionada con la sensación de bienestar) en el cuerpo , al tiempo que la glándula pituitaria libera oxitocina y se estimula la parte del cerebro que libera endorfina, conocida como la “hormona de la felicidad”. En ese orden de ideas, el beso, además de ser una sensación agradable tiene innumerables beneficios para la salud física y mental. Ya si es una práctica instintiva o adquirida queda en manos de los denominados filematólogos.
Fuente: Fucsia