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¿Por qué no consigo llegar al orgasmo?

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¿Por qué no consigo llegar al orgasmo?

Hay mujeres cargadas de miedo a dejarse llevar por el placer del orgasmo. No sienten, no disfrutan y sufren porque han caído en una trampa que ahoga su sensibilidad

 

La mujer que no siente placer sexual está anestesiada para el placer, aunque puede fingir para complacer a su pareja. Este engaño no solo va dirigido al hombre, pues ella también se encuentra encerrada en una trampa en la que habitan miedos y peligros que no le permiten disfrutar del cuerpo a cuerpo con el otro. Se convierte así en una actriz y representa una escena de la que no obtiene beneficios, al mismo tiempo que vive sometida a otra escena, pero inconsciente. Teme la entrega de la misma forma que a su feminidad. Tolera la penetración pero, al no disfrutarla, la niega inconscientemente.

 

Esta inhibición para entregarse al placer y sentirse dueña de su cuerpo le hace sufrir. La forma de sentir la sexualidad viene marcada por condicionantes culturales. Hace décadas se asociaba la idea de mujer decente a la de insensible, con lo que muchas pensaban que lo normal era no sentir nada. En la actualidad, cualquiera sabe que se trata de un conflicto y sufre. La frigidez no suprime la posibilidad de tener relaciones sexuales, pero se caracteriza por la ausencia de deseo, del placer sexual y del orgasmo.

 

Pero, ¿por qué se produce esta anestesia? Una parte de su «yo», por supuesto inconsciente, organiza una defensa contra los sentidos y despliega un escudo protector para no enterarse de lo que ocurre, pues el sexo está asociado a ideas de peligro. Ahora bien, la incapacidad de sentir el orgasmo responde a más de una razón. La mujer que padece este síntoma puede estar identificando a su pareja con otras personas con las que tuvo una relación frustrante.

 

«Desarma» al hombre porque no quiere tener nada que ver con él y cree que él nada tiene para ella. Aunque finja placer con la intención de complacerle, le rechaza, provocando un extrañamiento de su propio cuerpo que le hace observar la escena como una espectadora, como si no tuviera nada que ver con lo que está sucediendo. Ella observa, y de esta forma cree que controla la escena que vive. Padecer de frigidez también está relacionado con una intensa fijación inconsciente con la figura de la madre.

 

Quizá de niña se sintió tan gratificada con ella que ahora se niega a crecer. Hay madres que filtran la idea de un padre insuficiente para los intereses de sus hijas. Tal idea permanece después en su inconsciente como una orden que le repite «No gozarás con nadie», produciéndose así una enorme condena que le impide sentir.

 

 

DESARMAR AL OTRO

 

Lucía, casada desde hace años, reflexiona acerca de por qué ha dejado de interesarle el sexo. Desde que empezó a tener relaciones, quedó defraudada y ahora no quería que su marido la tocara, aunque no sabía por qué. Lucía supone que su rechazo está relacionado con un episodio que sufrió cuando tenía 13 años. Un amigo de sus padres empezó a tocarla, pero ella era muy tímida y no le dijo nada a sus padres. Es probable que esta experiencia tuviera mucho que ver con su reacción negativa al inicio de sus relaciones.

 

Por su culpa, para Lucía la sexualidad quedaba asociada a una conducta prohibida. La culpabilidad que sintió por haber estado tan cerca de este hombre mayor, que podría asimilar a su padre, es lo que provocó que no dijera nada, como si se tratara de algo vergonzoso y, de alguna forma, ella fuera la responsable. Por otra parte, su madre siempre le había dicho que los hombres eran los que necesitaban el sexo, transmitiéndole la idea de que no tenía ningún deseo hacia su padre. Lucía se identificaba con ella, por lo que tampoco podía complacerla un hombre.

 

La frase «no hay mujeres frígidas sino hombres inexpertos» esconde una negación sobre la sexualidad femenina. Les responsabiliza a ellos de ser los únicos artífices de lo que pasa en la relación sexual. La mujer incapaz de sentir placer cuestiona la omnipotencia masculina, según la cual solo el deseo de él sería suficiente para complacerla, a la vez que se defiende de un deseo inconsciente.

 

Si hay ausencia de deseo, no hay placer, y es el deseo de compartir el placer con otro el que a ella le falta. Además de lo que el hombre haga, la mujer tiene todo un mundo de fantasías y experiencias que determinarán la comunicación con su cuerpo y con el del otro. La relación sexual no solo depende de las habilidades masculinas sino también de ella misma. La mujer frígida «desarma» al hombre de su supuesto poder, aunque esto le haga caer en la trampa en la que ahoga su sensibilidad.

 

 

¿QUÉ PODEMOS HACER?

 

Ante la frigidez, como ante la eyaculación precoz, se suele pensar en la vía médico-biológica-mecánica antes que plantearse la posibilidad de que este síntoma tenga que ver con alguna interferencia inconsciente del propio deseo.

 

Lo más conveniente es reconocer el síntoma y reflexionar sobre la posibilidad de realizar una psicoterapia psicoanalítica para resolver los cortocircuitos del deseo. Esto sucede porque el deseo inconsciente no es equivalente al anhelo consciente. No hay que avergonzarse por sufrir este problema, sino meditar sobre el hecho de que aquello que se pierde tiene relación con vivir una vida más plena con la pareja. No es algo que se haya elegido, sino que se impone desde el inconsciente. Lo que sí se puede elegir es la posibilidad de salir de la condena que lleva a la mujer que sufre la anestesia que la impide sentir placer con su pareja.

 

 

¿QUÉ NOS PASA?

 

La forma de vivir la sexualidad proviene de un entramado de deseos, identificaciones y fantasías que pueden bloquear la gratificación sexual.
Muchas mujeres pasan por periodos en los que el deseo sexual disminuye o desaparece. Puede suceder, por ejemplo, tras tener un hijo. La compleja situación psíquica de combinar ser mujer con ser madre, además del impacto corporal, agota la libido femenina.

 

También hay una disminución del deseo cuando la mujer está en una edad cercana a la menopausia debido a las múltiples alteraciones hormonales y psíquicas por las que ha de atravesar.

 

 

 

Fuente: Mujer Hoy

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