Esta pregunta recorre, sin respuesta, los hogares zulianos. Y también todos los pueblos y ciudades de Venezuela. No es justo y jamás lo será, que un gobernante odie con tanta saña a una región de este país que tanto nos ha dado y nos seguirá dando en la misma medida en que el poder central deje de entorpecer su vocación de desarrollo.
Como otras regiones de Venezuela, el Zulia padece las dolorosas heridas de un gobierno que, desde hace 20 años, lo único que ha hecho es sembrar hambre, miseria, delincuencia y corrupción como jamás había existido en nuestra historia. Pero no contento con ello, el régimen bolivariano se ha reservado el papel de verdugo implacable de los zulianos y nadie, a estas alturas, logra explicarse el porqué de tanta saña y de tan inmensa y bárbara crueldad.
No existe forma ni manera de que el gobierno de Maduro entienda que no puede ocultar su increíble torpeza en el manejo de los asuntos públicos acusando siempre a los demás, ya sea el imperio, la derecha recalcitrante (¿?) y ahora a los zulianos. En vez de apoyar los proyectos fundamentales que permitan el florecimiento de una de las regiones que más aporta (o que aportaba) al crecimiento económico tanto en el orden agropecuario, minero, pesquero, turístico y, sin duda, petrolero, pues Maduro se ha afincado en verle el hueso a los zulianos.
El “verdugo mayor” es como llaman en las gaitas de contenido político y de reclamo popular al jefe que mora en Miraflores. Y este les responde tildándolos de bachaqueros, contrabandistas de gasolina, traficantes de droga y billetes. Todos estos señalamientos son excesivos y carecen hasta de una miserable validez. Basta con pensar en que los hoy famosos bachaqueros siempre han existido y que este comercio minoritario e ilegal convivía sin importunar las economías mayores de Colombia y Venezuela.
Solo cuando los abismos cambiarios provocados por los ineptos consejeros económicos bolivarianos fracturaron la fortaleza del bolívar se abrió una gigantesca brecha que hoy impera y manda en la frontera. Agréguesele a esto el comportamiento avasallante del narcotráfico, permitido a las FARC por el régimen de Chávez, que convirtió la frontera vecina entre Zulia, Táchira, Apure, Amazonas (y no para usted de contar) en un paraíso económico para las narcoguerrillas en cuanto al tráfico, la exportación y el lavado de grandes capitales.
Recordemos, con dolor, que aquí en Caracas fue capturado el llamado “canciller” de las FARC, quien moraba en una exclusiva y lujosa urbanización de fin de semana teniendo como vecinos a altos dirigentes rojos rojitos, algunos de ellos generales que llegaron a gobernar en Carabobo. Y el oficial de la Fuerza Armada que lo capturó en la capital fue hecho preso y alejado del servicio.
El Zulia no puede ser castigado por los insensatos acuerdos del oficialismo con la guerrilla colombiana que, sin duda, se enriquecieron a todo dar. Basta con saber que la ruta más corta para llegar al principal campamento fronterizo de las FARC pasaba por la zona del Catatumbo y se tardaba dos días a lomo de mula.
Hoy sin luz, sin agua, sin combustible, con el puente sobre el lago en estado agonizante, y con un general (Motta Sabotaje Domínguez) castigando al pueblo, solo la Chinita puede hacer el milagro.
Editorial de El Nacional