Sabido es que el estómago segrega ácido gástrico para descomponer los alimentos.
Uno de los principales componentes de estos jugos gástricos es el ácido clorhídrico. Y si este ácido es capaz de corroer por completo una pieza metálica de zinc y matar cualquier célula viva… ¿por qué no corroe al propio estómago, que de esta manera se auto-digeriría?
Los jugos estomacales contienen algo más que ácido. Éste se encuentra disuelto en una mezcla de agua, electrolitos (sodio, potasio y calcio) y unas enzimas llamadas pepsinas, que destruyen las proteínas.
Al ingerir alimento se desencadena una serie de mecanismos dirigidos a facilitar la digestión. El organismo libera algunas hormonas en el torrente sanguíneo, entre las que destaca la gastrina, cuya función es estimular a las células productoras de ácido del estómago. Éstas combinan átomos de hidrógeno con el cloro presente en la sal para producir ácido clorhídrico. Mientras, otras células segregan una sustancia llamada pepsinógeno, que gracias a la intervención del ácido clorhídrico se transforma en pepsina, una enzima también letal para las células vivas.
Entonces… ¿qué protege al propio estómago de la acción combinada del ácido y la enzima?
Pues lo protege la mucosidad que reviste la cara interna del estómago. Esta mucosidad lubrica el bolo alimenticio para que circule con facilidad por el tractio digestivo y además forma un grueso revestimiento en la pared interna del estómago para evitar, precisamente, que sea digerido por sus propios jugos.
Los ácidos atacan, por supuesto, esta pared mucosa, pero el tabique estomacal los regenera continuamente. Además, el revestimiento estomacal fabrica su propio antiácido, segregando bicarbonato para neutralizar al ácido.
SC
Por Confirmado: Oriana Campos