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Angela Merkel «no se hace ninguna ilusión» tras el acuerdo de paz anunciado ayer para establecer, de entrada, un alto el fuego en el conflicto de Ucrania. La declaración de la canciller alemana, mediadora del «díficil parto» -en palabras de su ministro de Exteriores- en las negociaciones a varias bandas en Minsk, contrasta con el mediático optimismo mostrado por Putin y Hollande, también protagonistas del encuentro.
El acuerdo de alto el fuego, que debe entrar en vigor el domingo en los territorios del este de Ucrania controlados por los prorrusos, detalla con pormenores la hoja de ruta de la tregua. Demasiado similar a la alcanzada en septiembre pasado (Minsk-1) que saltó por los aires. La gran diferencia es que el acuerdo constata por escrito lo logrado por los rebeldes prorrusos durante este trágico invierno; la zona tampón pasa así de los 30 kilómetros (Minsk-1) a los 50 y 70 kilómetros (Minsk-2), para reconocer las ganancias bélicas de los milicianos apoyados por Rusia.
Más allá de los detalles del alto el fuego y la retirada de fuerzas por ambas partes, los aspectos de los próximos pasos para alcanzar una paz definitiva quedan en penumbras. Cada parte vende a su opinión pública lo que le interesa. Putin subraya el compromiso del presidente ucraniano de llevar a cabo una «reforma de la Constitución» para finales de este año, que recoja los «derechos y aspiraciones» de la población prorrusa de los territorios del este. El presidente ucraniano,Poroshenko, señala por su parte que, también para finales de este año, el acuerdo establece que las tropas ucranianas volverán a controlar las fronteras con Rusia que hoy están en manos de los rebeldes.
¿Qué alcance tendrá la supuesta reforma de la Constitución que acepta Poroshenko? ¿Contemplará -como creen Putin y los prorrusos- un proceso de autodeterminación para la independencia de esos territorios y su posterior incorporación a la Federación Rusa, o solo una descentralización? Es evidente que aquí se encuentra el nudo político que hay que desentrañar. El escepticismo de la canciller alemana es más que razonable.
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