Aceptémoslo, la idea de ir a un hotel con tu significant other enciende instantáneamente la pasión, aún cuando todavía no estás allí.
Sí, porque la rutina de tu habitación jamás se igualará a la intimidad que se logra allí, sobre todo porque no cuentas con un potro o una escalera del amor, ni con un espejo enorme que te facilite mirar tu propia acción sin perder ningún detalle.
El sexo requiere de superficies y el hotel brinda la variedad necesaria. Además, ¿cuántos contamos con una tina que te permita iniciar el ritual con un exquisito baño de espuma?
Y, ¿cuántos nos atrevemos a usar la mesa o el tocador para un encuentro erótico? En un hotel, todo se vale. Se trata de un lugar naturalmente erótico del que no te puedes adueñar.
Claro, está el plus de que las camas son king size, para los que no les gusta acalorarse o dormir abrazados. Pero lo mejor es que si eliges bien, encontrarás uno que se ajuste a tu economía y cuente con las puertas de la regadera transparentes y un ajustador de luz.
No olvides que también puedes ingresar en auto y evitarte la pena de pasar por la recepción. De nada.
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