En 1923, tras hacer un pronunciamiento en la cervecería Bürgerbräukeller de Múnich, Adolf Hitler, Führer und Reichskanzler de la Alemania nazi intentó una insurrección conocida como el Putsch de Múnich, tras cuyo fracaso fue condenado a cinco años de prisión; sin embargo, el tiempo que pasó tras las rejas fue sorprendentemente corto.
Adolf Hitler, Führer und Reichskanzler de la Alemania nazi, es sin lugar a dudas uno de los personajes más relevantes de la historia del siglo XX.
Nacido en Austria, en el seno de una familia humilde y de raíces judías, recibió una educación bastante precaria e incluso malvivió como vagabundo tras haber fracasado su sueño de ser pintor; sin embargo, se convirtió en uno de los líderes políticos más relevantes y poderosos de su tiempo.
Durante su juventud nacieron sus prejuicios racistas y, tras alistarse en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial, surgieron sus claras ideas pangermánicas: el objetivo de Hitler era establecer un “Nuevo Orden” basado en la absoluta hegemonía de la Alemania nazi en el continente europeo.
En 1919, Hitler se afilió al Partido Obrero Alemán -precursor del Partido Nazi-, y gracias a su excelente oratoria y su capacidad para atraer a las masas, se convirtió en su líder en 1921. Lo que el mundo no se esperaba era que tras su poder de oratoria y atracción de masas, se escondía una personalidad incapaz de experimentar empatía y una terrible sed de odio.
Sus famosos discursos atraían a miles de personas que lo aclamaban como a un dios, y aquella habilidad la utilizó para sus fines políticos expansionistas que desembocarían en el conflicto armado internacional más grande de la historia, la Segunda Guerra Mundial.
La noche del 8 de noviembre de 1923, Hitler y las Sturmabteilung (SA) -una organización tipo milicia del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP)- irrumpieron en una reunión pública liderada por Gustav Ritter von Kahr en el Bürgerbräukeller, una cervecería a las afueras de Múnich. Este intento de insurrección fue conocido como el Putsch de Múnich.
Aquel día, Hitler proclamó una revolución y anunció sus intenciones de formar un nuevo gobierno, junto al general Erich Ludendorff. Por ello, el futuro Führer reclamó la ayuda de las fuerzas militares locales y de Von Kahr, quien fingió ayudarlo aunque escapó en cuanto pudo, retomando el control regional.
Al amanecer del 9 de noviembre, el ejército y la policía bávara estaban tomando posiciones contra los golpistas; Ernst Röhm, comandante de las SA, y sus tropas se encontraban rodeados en el Ministerio de Guerra bávaro, y Hitler decidió marchar junto a Ludendorff para liberarlos.
Aunque el anciano general había convencido a Hitler de que los soldados y la policía no dispararían contra él y que se unirían a su causa, la policía no se replegó ante ellos y se inició un tiroteo.
Hitler escapó únicamente con un hombro dislocado y fue arrestado dos días después, acusado de alta traición. El 1 de abril de 1924, fue sentenciado a 5 años de prisión en la fortaleza de Landsberg, aunque la Constitución estipulaba cadena perpetua contra crímenes de este tipo.
Durante el juicio, Hitler asumió la responsabilidad de la intentona golpista, pero negó haber cometido un crimen… Sus palabras en la corte fueron las siguientes:
“Solamente yo cargo la responsabilidad. Pero no soy un criminal por eso. Si hoy me presento aquí como un revolucionario, es como un revolucionario en contra de la revolución. No existe la alta traición contra los traidores de 1918”.
A pesar de haber sido condenado a cinco años, el tiempo que Hitler pasó en prisión fue sorprendentemente corto. Tenía amigos muy bien situados que se esforzaron todo lo posible para que fuese indultado, y lo consiguieron. Además, llevó una vida privilegiada de presidiario en un entorno espacioso gracias a los generosos regalos de quienes lo apoyaban, con una alimentación bastante copiosa y visitas constantes de sus admiradores.
El 20 de diciembre de 1924, tras solo nueve meses entre rejas, Hitler salió de la cárcel, con 35 años, como un hombre libre.
Sin embargo, aunque su estadía en prisión fue de lo más breve, Hitler confesó años más tarde que su proyecto de convertirse en el Führer se consolidó en reclusión, pues durante ese tiempo, se permitió organizar sus ideas de un futuro imperio nazi dirigido por él mismo.
El resultado de todas aquellas reflexiones resultó ser su famosa obra titulada Mein Kampf (Mi lucha en español), aunque originalmente había planeado llamarla Cuatro años de lucha contra mentiras, estupidez y cobardía.
La celda de Hitler, santuario nacional
Tras la toma de poder de los nacionalsocialistas en el año 1933, la celda de encarcelamiento de Hitler se convirtió en la meta del turismo nacionalsocialista a Landsberg, y en ella debía guardarse la memoria de la supuesta crueldad y de las privaciones que el “pobre” Adolf Hitler había sufrido como presidiario.
El líder de las Juventudes Hitlerianas, Baldur von Schirach, denominó a Landsberg “el lugar de peregrinaje de los jóvenes alemanes” y “base de la educación nacionalsocialista”. Además, en 1937, la ciudad de Landsberg nombró la celda de Hitler como «santuario nacional”.
Tras la asistencia al Congreso nacional del partido en Núremberg, en 1937 y 1938, las Juventudes Hitlerianas hicieron un peregrinaje a la ciudad en la denominada “Marcha de Adhesión”, y visitaron la celda de Hitler, donde se les entregó un ejemplar de Mi lucha.
Con información de: Muy Historia / History | Foto: Everett Historical / Shutterstock.com