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¿Por dónde?

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¿Por dónde?

 

“Nunca segundas partes fueron buenas” es frase proverbial que debemos a Cervantes –aparece en el Quijote en boca del Bachiller Sansón Carrasco– y con ella se suele cuestionar la pertinencia de secuelas, y emulaciones; su justeza queda, en nuestro patio, palmariamente demostrada con la versión disminuida del astro comandante galáctico que, por capricho del original, tenemos instalado en Miraflores, y que concitaría carcajadas si no fuese por las trágicas consecuencias de su extraviado calco.

 

 

 

Como todo imitador mediocre, potencia los defectos de un modelo que no era dechado de virtudes, sino más bien un tropero dado a la patanería. Fue él quien sentó el precedente de mandar a tomar por el saco a quien criticase  sus desafueros. Ahora, el discípulo repite la gracia para que no quepa duda de lo poco que estima su investidura y cuánto desprecia la majestad del cargo que, según muchos políticos, usurpa. Así, pues, ha repartido ofensas y agravios para infamar a la diputación opositora y escarnecer a la alta autoridad de la diplomacia hemisférica.

 

 

 

Entre los bien fundados argumentos expuestos por Luis Almagro, secretario general de la OEA, para invocar la aplicación de la Carta Democrática  a Venezuela –lo cual le ha valido el que Maduro le responda con un grosero “métasela por donde le quepa”– hay uno que llama la atención ya que en él se menciona como garante de lo que se asienta a un intelectual estadounidense amigo, hasta hace poco, del chavismo: “Acusar a personas que no coinciden con un tipo determinado de régimen y equipararlos con traidores a la patria o a la revolución chavista, es en su esencia, como diría Noam Chomsky, uno de los mecanismos más comunes de regímenes totalitarios”.

 

 

 

Tal alegato no es gratuito; en su histerismo calumniador, el jefe civil de la regencia militar ha dicho: “He decidido meter una demanda contra la directiva de la Asamblea Nacional por usurpar funciones del presidente de la República. Una demanda con recurso de amparo inmediato porque pretenden ir a pedir la intervención de Venezuela en organismos internacionales traicionando a la patria y sin tener facultades institucionales para representar a Venezuela en el exterior”.

 

 

 

No es intención de esta nota examinar la exposición de motivos, el análisis y la reflexión que sustentan la iniciativa de Almagro. Queremos sí destacar el contraste entre la seriedad de un discurso hilvanado por la razón y el desenfreno rojo rojito de una reacción emocional expresada en arengas carentes de sustancia conceptual.

 

 

 

Esa disparidad entre juicio y frenesí nos dice claramente que quien pretende gobernarnos no está a las alturas de las circunstancias, lo cual, de sí, es motivo más que suficiente para alejarlo del cargo. Pero, carente de grandeza, no renunciará.

 

 

 

Tampoco cejará en su afán de obstaculizar una consulta comicial que ponga término a su mandato y, con la complaciente alcahuetería del TSJ y el CNE, seguirá sembrando de dilaciones y obstáculos la ruta de su remoción. No nos extrañe que mañana nos espete un ¡métanse su revocatorio por el mismísimo! Del asno no esperamos sino coces.

 

 

 

Editorial de El Nacional

 

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