Sacas un yogur del fondo de la nevera y ya ha sobrepasado su fecha de caducidad. ¿Lo tiras o lo comes? Dos expertos en Nutrición responden a esta eterna duda. “No hay estipulado un número de días a partir de la fecha de caducidad o fecha de consumo preferente en los que sea seguro consumir el producto con la fecha vencida. El sentido común nos dice que las probabilidades de que el producto no reúna las mismas propiedades que cuando se envasó aumentan a medida que van pasando los días”, afirma Katherine García, de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
“Debido a la naturaleza del yogur -alimento microbiológicamente estable en correctas condiciones de conservación-, la superación de su vida útil no debe suponer ninguna consecuencia para la salud del consumidor”, considera Esther Carrera, profesora de Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo, en Madrid.
El yogur es un alimento con un pH muy ácido, que hace muy difícil que se establezcan patógenos (agentes biológicos que pueden producir enfermedades). Además, se elabora con leche pasteurizada, eliminando así la carga microbiana desde el principio del proceso. “Por este motivo, probablemente el consumo de yogures caducados no tenga consecuencias deletéreas (o venenosas) para la salud; aunque en microbiología el riesgo cero no existe”, dice la especialista de la SEEN.
Además, tomar un yogur con la fecha vencida puede suponer que el alimento esté más ácido, haya perdido humedad (esté más seco), aroma o sabor. Para aprovechar el máximo potencial del yogur es mejor respetar las fechas estipuladas.
¿Cuál es ese potencial? “Las propiedades nutricionales de un yogur caducado no se modifican, siempre que se conserve en buen estado; sin embargo, los efectos probióticos sí pueden verse alterados, ya que la cantidad de microorganismos del yogur desciende a medida que pasan los días desde su elaboración”, especifica García. Al respecto, Carrera añade que “estudios de envejecimiento del yogur apuntan a que el producto mantiene sus especificaciones hasta los 35 días desde su fecha de fabricación, siempre y cuando se conserve adecuadamente”.
La polémica de la fecha de consumo preferente
El consumidor debe conocer la diferencia entre “fecha de caducidad” y “fecha de consumo preferente”, ya que tienen implicaciones diferentes en el producto. Esto es: los alimentos microbiológicamente muy perecederos, cuyo consumo después de un corto periodo de tiempo pueda suponer un peligro inmediato para la salud, deben etiquetarse con fecha de caducidad. El resto de alimentos tendrán fecha de consumo preferente, que indica que a partir de la misma no se garantiza que las características sensoriales, de aroma, gusto o textura estén al cien por cien.
El Real Decreto 176/2013 estableció que los yogures pasaban a tener fecha de consumo preferente, en lugar de fecha de caducidad, debido a las características de este alimento. “Esta nueva normativa supuso una polémica entre el Ministerio de Agricultura y los fabricantes, ya que el primero sostiene que un producto como el yogur debe tener fecha de consumo preferente en lugar de fecha de caducidad, mientras que los segundos, en general, prefieren seguir etiquetando con fecha de caducidad, ya que no se hacen responsables de las posibles intoxicaciones tras el consumo de un yogur caducado. La decisión final respecto a indicar en el etiquetado fecha de consumo preferente o de caducidad la toma el fabricante en función de los estudios de vida útil microbiológica realizados a los alimentos”, relata García.
Tres señales de que ese yogur está malo
Dada la estabilidad del producto, “son principalmente los errores en el sellado del envase y/o unas condiciones de conservación deficientes las principales responsables de alteraciones en el aspecto, sabor o aroma”, advierte Carrrera.
Según García, las tres señales de que un yogur se encuentra en mal estado son las siguientes:
No consumir los envases del yogur con la tapa perforada, abierta parcialmente, desteñida, humedecida o envases con fisuras o rotos. Todos estos datos indicarían un mal almacenaje del producto, con el consiguiente riesgo de intoxicación debido a una posible contaminación del mismo.
Si tras abrir el yogur, aunque esté dentro de un envase íntegro, tiene más líquido de lo habitual o la textura es diferente a la común (grumoso o agrietado), también debemos desechar el producto para evitar el riesgo de intoxicación.
Un olor o sabor agrio o ácido también indica que el yogur no está en buen estado.
CuídatePlus