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Picazón sin remedio

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Picazón sin remedio

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, correspondiente al año  2016 y realizada por la universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello y Simón Bolívar, que ha conmocionado a la opinión pública al  desnudar la cruda realidad que el gobierno intenta ocultar con su cerco informativo, ha revelado que la pobreza afecta a más de 80% de los hogares venezolanos y que 74% de nuestros conciudadanos ha perdido hasta ocho kilos durante el último año. Datos concluyentes que, al compararlos con los obtenidos en mediciones realizadas durante los tres años precedentes, hacen temer que la pobreza crítica o extrema no sea coyuntural, sino estructural.

 

 

 

Cuando aún no terminamos de reponernos del shock causado por tan demoledora inferencia, llegan a nuestra mesa editorial los últimos indicadores del  Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros en relación con los importes de las canastas alimentaria y básica familiar. La primera se sitúo en 621.106, 98 bolívares; la segunda en 832.259,95 bolívares.

 

 

 

Se registran significativos aumentos respecto al mes de diciembre de 2016, porque la inflación no ha dejado de presionar sobre los precios. En el caso de los alimentos, hay incrementos de hasta 35% (carnes, pescados y mariscos) y en los productos de limpieza e higiene personal el alza rebasó el 60% (jabón azul).

 

 

Aunque los venezolanos nos hemos acostumbrado a adquirir cada vez menos cantidad y variedad de productos -para no hablar de calidad, que también cuenta- a objeto de satisfacer nuestros requerimientos nutricionales, procuramos, en la medida de lo posible, honrar la sentencia popular según la cual la pulcritud es el único lujo del que puede ufanarse el pobre. Un lujo del que ya no podemos presumir porque lo mínimo indispensable para asearnos, cuando no se consigue, es impagable. Y no hay CLAP que los suministre con suficiencia.

 

 

 

Así, pues, a las restricciones derivadas del racionamiento de agua debemos sumar la costosa y restringida oferta de productos para el baño que en muchas casas ha dejado de ser diario ritual, a no ser que se oficie con totuma y lavaplatos (que cuesta lo suyo).

 

 

 

Ya en las colas se hacían sentir las odoríferas notas del violín colectivo.  Una molestia para el olfato que podía subsanarse con un pañuelo (de tela y lavable, porque desechables, ¡nanay!) o, simplemente, tapándose la nariz con los dedos. Más fatidiosas y exasperantes son las picazones provocadas por las dermatosis de todo tipo acarreadas por el desaseo. Ver a la gente rascándose y saltando como monos con mal de San Vito puede parecer gracioso; sin embargo, esas erupciones o urticarias -y quién sabe si sarna- son altamente contagiosas.

 

 

 

También los piojos que saltan de pelambre en pelambre con harta facilidad. Y las micosis de todo tipo. Con el agravante de que los fungicidas, cremas sulfuradas y remedios similares son  inaccesibles. Para variar, el gobierno negará que haya riesgos de una epidemia de escabiosis o enfermedades análogas. Y Nick el duro, bailando salsa para rascarse como quien no quiere la cosa, dirá que sarna con gusto no pica y si pica no mortifica.

 

 

Editorial de El Nacional

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