OPINIÓN:
Luis Brusco
Varios son los factores determinantes de la aceleración inflacionaria que experimenta Venezuela en los últimos años, la preponderancia entre ellos la lleva la creciente expansión monetaria derivada de una notoria indisciplina fiscal, no obstante las presiones alcistas se han visto reforzadas por la vigencia de un régimen cambiario ya suficientemente agotado que finalmente terminó promoviendo importaciones ficticias y el contrabando de extracción que por igual ambas afectaron la oferta de bienes.
Cabe también señalar que esta última, desde muchos años atrás, ha venido siendo impactada negativamente por una política gubernamental excesivamente intervencionista, fundamentada en expropiaciones y fuertes controles de precios.
Durante el año pasado la conjunción de estos factores produjo un rápido ascenso del nivel general de precios, nunca antes conocido en la historia económica del país, que se aproximó mucho al inicio de un período de desborde de los precios conocido en la literatura macroeconómica como “hiperinflación” y que teóricamente surge cuando se combina la destrucción de la base tributaria de un país, producto de un imparable financiamiento monetario del déficit fiscal, con una simultánea crisis de balanza de pagos que impulsa con mayor fuerza las expectativas devaluacionista y la salida de capitales.
Sin embargo, dado los factores desestabilizadores presentes en la economía nacional que mezcló determinantes económicos con políticos e ideológicos generó en Venezuela algo inédito en la experiencia inflacionaria de América latina: un crecimiento galopante del nivel de precios, acompañada con una profunda escasez de bienes esenciales, record en la región dentro de los países de economía de mercado.
Esa profunda escasez en un contexto de precios fuertemente controlados permitió que al término del 2015 se obtuviesen resultados distintos de la tasa de inflación, uno formal y oficial calculada en 180% donde la escasez hizo su papel compensador, y otro demostrativo de la inflación subyacente que mide la desviación de los precios y la realidad del mercado estimada por encima del 600%.
Ahora bien, qué ha ocurrido en el presente año 2016.
Todo parece indicar que en el primer semestre solo se puso en marcha algunas medidas para mejorar la oferta de bienes y tratar con ello de compensar el grave problema de escasez mediante ajustes de precios administrados, sin llegar a liberarlos, y acentuando los controles en la distribución de los productos, sin atacar los problemas centrales que fomentan la desestabilización general de la economía como los son el financiamiento monetario del fisco y la grave situación del sector externo, particularmente reflejada en el bajísimo nivel de reservas internacionales.
Como resultado del primer semestre se registra entonces un crecimiento nominal de la liquidez casi similar a la del año anterior, una continuidad de la aceleración inflacionaria por razones inerciales (dada la actualización de precios) que compensa el alza de la liquidez y la hace caer en términos reales, lo cual no será sostenible durante el segundo semestre de no adelantarse un agresivo programa de ajuste simultáneo en lo fiscal, monetario y cambiario con fortalecimiento de las reservas internacionales.
De seguir las autoridades con la misma estrategia económica del primer semestre, totalmente alejada de los puntos neurálgicos generadores de la crisis económica actual, es de esperarse para la segunda parte del presente año una inflación mucho mayor y un lamentable fracaso en los intentos de mejorar la oferta y el abastecimiento de los distintos mercados. Pudiesen conjugarse factores de inercia inflacionaria con un repunte de la demanda por la necesidad imperiosa del fisco de seguir financiándose monetariamente ante las mayores presiones del gasto social y la proximidad de un nuevo ciclo electoral de suma importancia política.
*Profesor de la UCV. Ex-Gte de estudios monetarios del BCV y profesor de la UCV. Jefe de estudios de Aristimuño Herrera & Asociados.
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