Entre el movimiento de colchones, escaparates, electrodomésticos y las ilusiones de quienes fueron desalojados el martes del Centro Financiero Confinanzas, se escuchaban las anécdotas de todas las cosas que vivieron en el edificio, desde que decidieron hacer de sus espacios un hogar.
Una de las historias es la de Saturnino Suárez, colombiano de nacimiento, pero con más de 30 años de vida en Venezuela. Tenía cinco años viviendo en el sexto piso de la Torre de David y ayer finalmente cerró un capítulo de su vida y reconoció que le deja nostalgia.
«Yo venía de Petare, donde viví muchos años. Pero me vine para acá buscando mejores condiciones. Perdí a dos familiares en la Torre de David: una sobrina que cayó del piso 12 y otro primo que cayó del piso 9. Esperemos que ahora en Ciudad Zamora podamos vivir mejor», relató Suárez mientras sacaban los últimos enseres de su vivienda.
Para el habitante del Centro Financiero Confinanzas el trabajo de organización hecho por los coordinadores de la cooperativa habitacional Caciques de Venezuela en relación con el tema de la seguridad.
«Violencia hay en todos los barrios del país. En Petare uno veía de todo y aquí, al principio también se veían cosas feas, pero con el tiempo se fue controlando todo y ahora se vivía tranquilo. No dejaban ni siquiera que los niños estuviesen en los pasillos hasta muy tarde», relató Suárez.
La dinámica del barrio
Entrar a la estructura del Centro Financiero Confinanzas no estaba permitido para todo el mundo. Solo los familiares y conocidos de quienes viven ahí tenían el derecho de entrar y subir a los apartamentos.
En cada piso de la torre hay un coordinador encargado de velar por la paz y el aseo de la estructura. Dentro de cada apartamento la realidad de las familias era distinta, pero en las áreas comunes para todos debía ser igual.
Dentro del edificio hay una iglesia Evangélica, bodegas, un centro de conexiones y en varios apartamentos los habitantes instalaron guarderías para rebuscarse.
En los pasillos se aprecian las tuberías que fueron creciendo a la par de la cantidad de habitantes. Caminar por las escaleras internas requiere equilibrio, por la falta iluminación y barandas. En las paredes hay mensajes de todo tipo para sus habitantes y se confunden los olores de las cloacas con la humedad de las paredes.
Cada quien pintó sus paredes del color predilecto, instaló las rejas que pudo y reacomodó las espacios según su conveniencia. La imagen se repite piso por piso y cualquier lugar es bueno para guindar la ropa y guardar cuanto cachivache sobre dentro del apartamento.
En la torre B quedaron construcciones a medio hacer, pues cuando culminó la negociación con los habitantes de la torre se detuvieron todas las construcciones y se prohibió el ingreso de nuevas familias.
Pensaron que podían heredar
En los pasillos del piso 6 también estaba Javier Navarro. Su madre vive en la Torre de David desde hace seis años, pero él se mudó hace apenas algunos meses. Le pareció atractiva la idea de quedarse en el apartamento que dejaría su mamá, cuando les hablaron de la posibilidad de mudarse a Ciudad Zamora.
«Pensamos que yo me podía quedar aquí, pero ya le dijeron a ella que no, que cuando se desocupe no se puede quedar nadie, entonces tendré que irme con mi mamá para el apartamento nuevo», dijo.
Advirtió sobre lo estrictas de las normas de convivencia en la torre, impuesto por los administradores del edificio.
«Esto aquí es tranquilo, pero porque los coordinadores no se calan malandreo de nadie. Al que no le guste como se vive en la torre, se tiene que ir y nadie se mete a defender a nadie», explicó.
Fuente: EU
