La campaña ‘Pan cada día’ está difundiendo un estudio reciente realizado en Noruega según el cual las dietas bajas en hidratos de carbono producen un aumento de los niveles de colesterol en sangre. El estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Oslo, se realizó en un grupo de mujeres sanas con normopeso (es el peso normal de una persona respecto a su estatura, es decir el Índice de Masa Corporal ideal), a las que se administró, durante cuatro semanas, una dieta normocalórica con un bajo contenido en hidratos de carbono (20-25 g/día).
Según explica la dra. Beatriz Navia, Profesora Titular del Departamento de Nutrición de la Universidad Complutense de Madrid y portavoz de la campaña ‘Pan cada día’, este tipo de dieta corresponde con las denominadas dietas cetogénicas, llamadas así por los cuerpos cetónicos que producen, en las cuales, se reduce el contenido en hidratos de carbono, a la vez que se aumenta, de forma proporcional, el aporte de proteínas, y especialmente el de grasas para compensar la disminución de los hidratos de carbono.
En este tipo de dietas se consumen, casi de forma exclusiva, carnes rojas, embutidos, pescados, quesos, huevos y grasas diversas, dejando un mínimo consumo de frutas y verduras y quedando prohibidos alimentos como el pan, la pasta, el arroz, las legumbres, la leche o el azúcar.
La dra. Navia indica que hay que tener en cuenta que el perfil calórico aconsejado en una dieta equilibrada incluye un 10-15% de la energía total en forma de proteínas, un 20-35% en forma de grasas y más del 50% de ésta en forma de hidratos de carbono, por lo que los cereales (pan, pasta, arroz, etc.) y las legumbres, alimentos con un alto contenido en carbohidratos, deben constituir la base de la alimentación.
Las dietas cetogénicas se vienen empleando desde hace décadas con el fin de perder peso y, si bien es cierto que conducen a una bajada del mismo, presentan múltiples efectos negativos en la salud, por lo que no son dietas recomendables para adelgazar, explica la dra. Navia.
El perfil calórico de la dieta suministrada en el estudio fue del 2-5% de la energía total en forma de hidratos de carbono, un 67-78% de la energía en forma de grasas, mientras que las proteínas representaron el 19-31% de la ingesta energética total.
En cuanto a las grasas, las grasas saturadas representaron el 32% de la energía total, las monoinsaturadas el 25% y las poliinsaturadas el 9%. La ingesta de colesterol de la dieta baja en hidratos de carbono contenía una media de 11,53 mg de colesterol y 9 g de fibra dietética. Se recogieron datos de peso de las participantes y se realizó un análisis de sangre, antes y después de la intervención dietética.
Las cifras medias de colesterol en sangre al inicio del estudio fueron de 158,51 mg/dL y de LDL-Colesterol, de 85,07 mg/dL, pasando, tras el seguimiento de la dieta baja en hidratos de carbono, a 201,03 mg/dL y 119,88 mg/dL, respectivamente, con un incremento porcentual en las cifras de colesterol total de un 33% y en las de la fracción LDL-Colesterol de un 41%. Los autores concluyen que una dieta baja en hidratos de carbono y rica en grasas y proteínas aumenta de forma considerable los niveles de colesterol total y de LDL-Colesterol en mujeres sanas con normopeso, dando lugar a un impacto negativo en su perfil de riesgo cardiovascular.
Según la dra. Navia, a diferencia de una dieta hipocalórica equilibrada, con un bajo contenido en grasas, las dietas cetogénicas generan una exagerada movilización proteica-lipídica, una pérdida importante de masa magra y un aumento de los niveles de ácido úrico, lo que incrementa el riesgo de sufrir gota o cálculos renales. Además, al ser ricas en grasas saturadas y colesterol, aumentan el riesgo aterosclerótico, tal y como se ha demostrado en este estudio.
Las dietas altas en proteínas provocan la movilización del calcio óseo, favoreciendo la aparición de osteoporosis. Pueden conducir, al ser bajas en fibra, al padecimiento de estreñimiento severo y, al eliminar los alimentos ricos en carbohidratos, que a su vez, contienen determinadas vitaminas y minerales, pueden ocasionar deficiencias de algunos micronutrientes.
Como explica la dra. Navia, aunque la reducción del peso que se produce con este tipo de dietas parece ser importante durante los tres-seis primeros meses de tratamiento, las diferencias que pueden existir con una dieta hipocalórica convencional baja en grasas, se pierden a partir de los doce meses de su seguimiento, por lo que, a largo plazo, tampoco representan una ventaja en este sentido. Una dieta hipocalórica convencional, variada (que incluya todos los alimentos) y equilibrada, con una cantidad adecuada de proteínas, grasas e hidratos de carbono, en la que se reduzcan las raciones consumidas, pero se mantengan las proporciones, acompañada de ejercicio físico, es la forma más saludable para perder peso.
Una dieta hipocalórica convencional, variada (que incluya todos los alimentos) y equilibrada, con una cantidad adecuada de proteínas, grasas e hidratos de carbono, en la que se reduzcan las raciones consumidas, pero se mantengan las proporciones, acompañada de ejercicio físico, es la forma más saludable para perder peso.
Fuente: Veintitantos