La administración del peaje del Puente General Rafael Urdaneta, conocido como el puente sobre el Lago de Maracaibo, estado Zulia, informó que a partir de este lunes 7 de octubre no se aceptarán divisas para cancelar el importe para transitar.
En un comunicado difundido en su cuenta oficial de Instagram, la entidad adscrita al Ministerio de Transporte detalló que únicamente se recibirán bolívares a través de efectivo, pagos por punto de venta y el sistema Venvías.
Este sistema, que opera en coordinación con el Fondo Nacional de Transporte Urbano (Fontur), funciona con un chip en el parabrisas donde se cobra de forma automática el importe.
La medida será implementada también en otros peajes del estado Zulia, como Chinita, Santa Rita, Venado, Encanto y Villa del Rosario.
Los costos establecidos para agosto de 2023 en los peajes son los siguientes: vehículos livianos y microbuses deben pagar Bs 15; los autobuses deberán cancelar 20 bolívares; y vehículos de carga liviana Bs 100.
Carros de carga pesada de dos ejes pagarán Bs 120; carga pesada de tres eje: Bs 130; carga pesada de cuatro ejes: Bs 140; carga pesada de cinco ejes: Bs 170; y carga pesada de seis ejes: Bs 200.
#Economía | Peaje del puente sobre el Lago de Maracaibo dejará de recibir divisas
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— Noticias Venevision (@noticierovv) October 7, 2024
Maracaibo, la capital petrolera símbolo de la decadencia
Una pátina negra de petróleo sobre aguas color té verde salpicadas de gotas de gasolina: no es una obra de arte abstracto, sino la triste realidad del Lago de Maracaibo, el mayor de América del Sur y símbolo del vertiginoso declive de Venezuela.
Maracaibo fue la próspera capital petrolera de Venezuela, pero hoy es una ciudad muy golpeada por la crisis: los apagones son diarios, el combustible escasea y su población se vio forzada a partir. La ciudad simboliza el deterioro que dio contexto a las presidenciales del 28 de julio.
Las orillas del lago están negras. Las botas de caucho están manchadas de petróleo, las camisetas bañadas en sudor. En el agobiante calor, pescadores retiran con una pala el crudo pegajoso que se acumula en la orilla y dificulta su actividad. Es un trabajo de hormiga.
«No queremos que se nos acabe el lago. Lloramos, sufrimos con lo que está sucediendo», dice Yordi Vicuña, pescador de 34 años, al contar que la pesca se ha reducido de forma dramática y que continuamente deben reemplazar los cordeles y las redes que el petróleo daña.
Con información de La Verdad