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Patadas contra el diálogo

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Patadas contra el diálogo

Algo ha debido cuajar el viernes pasado que hizo que Maduro y Cabello, ¿Cabello y Maduro?, hayan salido a la luz pública a decir barbaridades, lo cual es usual, pero esta vez sobre puntos cardinales del llamado diálogo, sobre cuyo congelamiento participantes y mediadores internacionales habían mantenido cierta mesura y perspectivas más bien abiertas. Aunque a la hora de escribir esto no he visto respuestas de la contraparte de la mesa de diálogo no me parece que se debían dejar pasar, ni siquiera con la lógica de que en general no saben muy bien lo que dicen como no sea desahogar sus deseos de agredir, tanto más ahora que se les viene el mundo encima y deben estar coléricos y atemorizados.

 

Por ejemplo Maduro ha llamado a los estudiantes protestatarios «antimovimiento estudiantil, minoritario y degenerado… cuatro gatos de ultraderecha… que ha quemado universidades y ciudades enteras», cómplices del golpe de Estado en cámara lenta y hasta de la guerra económica, el cual, derrotado, tratará de agredir a las propias universidades para impedir el desarrollo del conocimiento científico que promueve la mayoría pacífica y chavista. Para semejantes safios solo cabe la justicia. De esta inesperada y destemplada arremetida se podrían subrayar algunas cosas tragicómicas. Como que los cuatro gatos hayan sido capaces de quemar ciudades enteras (¿?), en todo caso poner el país patas arriba por meses, generar miles de detenidos, colocar el ancho mundo en sobresalto, movilizar nuestras aguerridas fuerzas militares, dar lugar a injerencias extranjeras de buena voluntad (hasta papales), etc., no pareciera muy coherente.

 

O hacer de las «universidades» creadas por el chavismo, que nos dotan proporcionalmente de más universitarios que EEUU o Japón, las depositarias del conocimiento es un absoluto desconocimiento de esos tristes despropósitos. Pero a lo que vamos es que hasta ahora la participación de esos pocos gatos ha sido uno de los temas invocados por ambas partes del diálogo, y con especial énfasis por Maduro mismo, esto dado su innegable protagonismo en la crisis. Se supone que esta condena hiperbólica y descocada les tira definitivamente la puerta en la cara y sólo les promete justicia, que en buen venezolano de hoy significa represión.

 

Parece grave, una verdadera e insensata provocación.

 

Por su lado Cabello se centra en otro punto básico que está sobre la mesa de negociación, el referente a los presos políticos. De entrada aclara que la MUD se paró de la Mesa de Diálogo porque se lo ordenaron. No precisa quién, pero quince años de letanías no hacen muy osado suponer que fue el Imperio, el de siempre. Por supuesto ésta es la típica conducta de quienes aúpan la subversión y la violencia, la oposición toda, él no distingue entre unos colores u otros porque la conoce. Y, además, ya se le dio una amnistía, a propósito del golpe de abril y el paro nacional, así que no pueden pedir nuevos perdones, por ejemplo el de Leopoldo López. Razonamiento bastante bizarro, pero que sumado a los otros implica que ni la MUD es un dialogante digno de serlo; ni se gobierna a sí misma, seguramente un enemigo interno; y en lo que a lograr acuerdos que limiten y suturen la violencia entre venezolanos, pues no, todos los enemigos son reincidentes, todos dejaron de cumplir el propósito de enmienda. Por último cree que lo de los colectivos armados, también punto crucial del diálogo, es una pérfida invención opositora, para él boy-scouts rojillos.

 

Sería bueno averiguar las causas y los fines de esas bravatas histéricas, no sean el preludio de otra cosa.

 

EDITORIAL TAL CUAL

 

Fernando Rodríguez

 

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