El papa León XIV aseguró que la misión de la iglesia no es “administrar un poder sobre los demás” sino comunicar la alegría de la resurrección, al tiempo que instó a seguir el ejemplo de Cristo en el cenáculo y no tener miedo de mostrar las heridas “por orgullo” o “por el temor de parecer débiles”.
“El centro de la misión de la iglesia no consiste en administrar un poder sobre los demás, sino en comunicar la alegría de quien ha sido amado justamente cuando no se lo merecía”, explicó durante la Audiencia General de este miércoles.
Así recalcó que la responsabilidad de los cristianos es “ser instrumentos de reconciliación en el mundo”.
El Pontífice dedicó su catequesis a la Resurrección que, según dijo, “no es un triunfo estruendoso, no es una venganza o una revancha contra sus enemigos” sino el testimonio de cómo el amor es “capaz de levantarse después de una gran derrota para proseguir su imparable camino”.
León XIV describió como Cristo se aparece a los apóstoles sin “gestos de potencia”, sino con la “mansedumbre” que demuestra “la alegría de un amor más grande que cualquier herida y más fuerte que cualquier traición”.
Cuando emerge de los abismos de la muerte, continuó, “lo hace con extrema discreción, sin forzar los tiempos de su capacidad de acoger”.
“Su único deseo es volver a estar en comunión con ellos, ayudándolos a superar el sentimiento de culpa”, especificó al explicar el momento en que el Señor se aparece a sus amigos en el cenáculo.
Al explicar este pasaje del Evangelio, el papa se cuestionó: “¿Por qué exhibir sus heridas precisamente ante quienes, en aquellas horas dramáticas, lo renegaron y lo abandonaron? ¿Por qué no esconder aquellos signos de dolor y evitar que se reabra la herida de la vergüenza?”.
De este modo, consideró que Jesús está ya “plenamente reconciliado con todo lo que ha sufrido”. Por ello, no guarda “ningún rencor” de manera que las heridas sirven para “confirmar un amor más fuerte que cualquier infidelidad”.
Y agregó: “Son la prueba de que, precisamente en el momento en que hemos fallado, Dios no se ha echado atrás. No ha renunciado a nosotros”.
Por eso, invitó a los católicos a seguir el ejemplo de Jesús y no caer en las tentaciones de revancha o venganza. “Cuando nos recuperamos de un trauma causado por los demás, a menudo la primera reacción es la rabia, el deseo de hacer pagar a alguien lo que hemos sufrido. El Resucitado no actúa de este modo”, alertó.
En este sentido, lamentó que muchas veces “preferimos esconder nuestro esfuerzo por perdonar para no parecer vulnerables y no correr el riesgo de sufrir de nuevo”.
Sin embargo, Jesús “ofrece sus llagas como garantía de perdón”.
El Señor se muestra “desarmado”, continuó, porque “su amor no humilla”.
“Es la paz de quien ha sufrido por amor y ahora finalmente puede afirmar que ha valido la pena”, afirmó.
“La Resurrección no es la cancelación del pasado, sino su transfiguración en una esperanza de misericordia”, insistió.
Finalmente, instó a los católicos a no tener miedo de mostrar las “heridas sanadas por la misericordia. “No temáis aproximaros a quien está encerrado en el miedo o en el sentimiento de culpa. Que el soplo del Espíritu nos haga también a nosotros testigos de esta paz y de este amor más fuerte que toda derrota”, concluyó.
Como cada miércoles, antes de iniciar la audiencia, el papa León XIV recorrió la Plaza de San Pedro en el papamóvil, saludando con una sonrisa cálida a los fieles reunidos. Entre aplausos y vítores, se detuvo brevemente para bendecir algunos bebés, mientras la multitud aplaudía y capturaba el momento con fotos.
Reproducción del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, elaborada con espigas de trigo
Además, antes de llegar al atrio de la Plaza de San Pedro, descendió del papamóvil para detenerse ante una reproducción del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, completamente elaborada con espigas de trigo.
A su lado estaba Mons. Angelo Spina, Obispo de Ancona-Osimo, diócesis italiana donde cada año se celebra la tradicional Fiesta del “Covo” de Campocavallo di Osimo en devoción a Nuestra Señora de los Dolores. El papa bendijo la obra con tres millones de espigas tejidas, símbolo de la devoción popular y del arte rural de la región.