“La novedad nos da siempre un poco de miedo”, comentó el Papa Francisco en su homilía de Pentecostés, “porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control”. Por contraste “con una vida programada según nuestros esquemas”, la llegada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y sobre cada cristiano introduce novedades que cambian a veces por completo la propia vida, pero a las que no hay que tener miedo.
El Santo Padre invitó a más de 200.000 fieles que desbordaban la plaza de San Pedro y los alrededores a examinar “si estamos abiertos a las sorpresas de Dios” o si, por el contrario, “nos cerramos, con miedo a la novedad del Espíritu Santo”. Con gran fuerza, Francisco insistió en ese punto preguntando: “¿Somos valerosos para adentrarnos en los nuevos caminos o nos defendemos, encerrados en estructuras caducas que han perdido la capacidad de acogida?”.
La gran fiesta con representantes de los movimientos había incluido un primer encuentro el sábado al atardecer al que acudió tanta gente que el Francisco tuvo que desplazarse en el “papamóvil” hasta el extremo más lejano de la Vía de la Conciliación para que pudiesen verle los 200.000 participantes. Su mensaje en esa velada fue sobre todo social.
Denunció que “la gente muere de hambre a causa de la crisis, pero en cambio nos ocupamos de los bancos”, de modo que “hoy, si bajan las inversiones bancarias es una tragedia, pero si la gente muere de hambre no pasa nada”. Sus palabras eran eco del famoso discurso de Benedicto XVI en 2010 en el Parlamento de Westminster, cuando lamentó que los gobiernos estuviesen tan concentrados en salvar bancos “demasiado grandes para fallar”, olvidando que “el desarrollo de los pueblos de la tierra no es menos importante: es una empresa que requiere la atención del mundo, es demasiado grande para fallar”.
La acción del Espíritu Santo
La homilía de Pentecostés, en cambio, se centró en la acción del Espíritu Santo como fuente de novedad, de armonía y de empuje evangelizador.
Francisco aclaró que “unidad no significa uniformidad”, sino “armonía en la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad”. Y aconsejó evitar dos extremos opuestos, pues “cuando nos encerramos en nuestros particularismos, traemos la división”, mientras que cuando intentamos forzar la unidad “traemos la uniformidad”.
El Papa llegó a la ceremonia con la cruz pastoral plateada de Pablo VI y Juan Pablo II, en la que el peso de Jesús dobla los brazos de la Cruz, y que le gusta utilizar en grandes ocasiones. Celebró la misa en italiano, como en la mayor parte de las fiestas. Entre los fieles había numerosos fundadores y dirigentes de movimientos, y una abundantísima presencia de jóvenes. // IPP
Fuente: Agencias