Todos andamos muy felices y emocionados por las Olimpiadas, y así como veremos muchos clavados, nosotros haremos lo propio para conocer de dónde viene esa palabra y qué relación puede tener con algo tan distante como una pantera o la altanería.
Viajemos en el tiempo, siglos antes de Cristo, hasta el monte Olimpo, el más alto de Grecia, donde se supone que moraba la crema y nata de los dioses de la antigüedad, encabezados por Zeus.
Olimpo viene del griego hololampos, constituido por holos, que significa todo o entero, y lampó, traducido como lucir, brillar, resplandecer. O sea que el Olimpo es: todo brillante, todo luminoso.
Del viejo lampó llegaron a nosotros palabras como lámpara, que alumbra; relámpago, que resplandece, y de acuerdo con una vieja tesis, lampiño, porque la falta de pelo hace que la piel luzca.
Volvamos al Olimpo y a la cercana ciudad de Olimpia, cuya enorme vocación religiosa llevó a que el 19 de julio del 776 a.C. se instauraran juegos deportivos en honor a los dioses que vivían en el Olimpo, llamados por esa razón Juegos Olímpicos.
Eso de llamarles Olimpiadas ya fue cosa nuestra. Para los antiguos griegos, una olimpiada era una medida de tiempo equivalente a cuatro años, que además de determinar la realización de los Juegos Olímpicos, se usaba para todo en general, hasta para la edad.
Olimpiada se formó a partir de Olimpia y la terminación ada, que entre otras funciones tiene la de crear una idea de duración, como sucede en palabras como temporada, jornada, tardeada y otoñada.
También llamada tetraeteris griega, la olimpiada como medida de tiempo se usó por casi 11 siglos, y la manera de expresarla era: el año primero (o segundo, o tercero, o cuarto) de la olimpiada tal.
En pocas palabras, los Juegos Olímpicos se hacían en honor de los dioses del Olimpo y se realizaban en Olimpia cada olimpiada.
Cuando nosotros resucitamos esa práctica, hace poco más de un siglo, nos dio por llamarles Olimpiada, e influidos por el plural de Juegos Olímpicos, también les decimos Olimpiadas.
Sea en plural o en singular, es igual de válido, e incluso si lleva o no un acento que la Real Academia Española le ha puesto y quitado infinidad de veces en las ediciones del Diccionario, hasta que se zafó de problemas para dejarlo en «olimpiada u olimpíada». Y todos felices.
Pero eso sí, que quede claro: los juegos no eran para todos los dioses, sino nada más para los olímpicos, es decir, los que vivían en el Olimpo, que eran Zeus y sus más allegados, como Poseidón, Afrodita, Apolo y Atenea.
Si en una expresión queremos abarcar a todos los dioses, entonces debemos referirnos al panteón griego, derivado de pan, todos, y theos, dioses, del mismo modo que panacea es lo que cura todo; panorama, la vista de todo, y pantera, toda fiera.
Bueno, y a todo esto, cuando alguien nos ignora olímpicamente, ¿qué significa? Facilito: el Olimpo es el lugar más alto de Grecia, literal y figuradamente, de ahí que se use esa comparación para referirnos a una actitud altiva o altanera.
Es por eso que olímpicamente suele usarse con verbos que expresan indiferencia y que una de las acepciones de olímpico sea «altanero, soberbio».
Y de superreciente creación tenemos olimpiceno, una molécula que científicos de Inglaterra y Suiza lograron sintetizaron y fotografiar, y que está formada por cinco anillos, por lo que decidieron ponerle ese nombre en honor de los Juegos Olímpicos Londres 2012.
Terminemos con la palabra estadio, derivada de una carrera olímpica de 183 metros que los griegos llamaban stadion, y con gimnasta, derivada de gymnos, y que significa desnudo, ya que los atletas usaban poca ropa con el fin de tener mayor libertad de movimiento.
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