Clemenceau, que no era precisamente un pacifista, afirmaba: “Es suficiente agregar la palabra militar para que una palabra pierda su significado. Así, la justicia militar no es justicia, la música militar no es música”. El Tigre (como le decían) logró desarrollar una economía próspera para sostener la beligerancia francesa durante la Primera Guerra Mundial, pero desconfiaba a tal punto de los uniformados que legó a la posteridad una frase memorable: “La guerra es una cosa demasiado seria para confiársela a los militares”.
Esa suspicacia frente al mundo verde oliva nos asalta aquí y ahora, cuando el Parlamento se ha propuesto reformar la Ley de Registro y Alistamiento Militar, entre otras cosas porque, según advierte Control Ciudadano, (organización no gubernamental presidida por Rocío San Miguel, experta por cierto en temas militares) se estarían violando con la mencionada reforma al menos 10 derechos fundamentales, entre ellos el derecho a la educación, al libre tránsito, al trabajo, y otros se supeditarían al registro militar obligatorio.
Como se sabe, la Constitución de 1999 abolió la obligatoriedad del servicio militar. De modo que exigir a los ciudadanos que se inscriban en un padrón de alistamiento que los convierte en elegibles y aptos para el servicio militar (y, por tanto, para ser “formado como combatiente individual para la defensa integral de la nación”), es simple y llanamente una flagrante violación del orden constitucional.
Los venezolanos, nos recuerda la mencionada ONG, gozamos del derecho -por objeción de conciencia- de no ser considerados combatientes, un derecho que debemos defender a ultranza ante las pretensiones de un régimen militarista que en complicidad con civiles indignos de ser considerados como tales, de agregar a su ya abultado inventario de controles una nueva modalidad de vigilancia y supervisión de la población.
Groucho Marx tildaba a la inteligencia militar de oxímoron, de contradicto in adiecto; sin embargo, no es cosa de burlas la elaboración de una lista de venezolanos elegibles para el combate y su puesta a disposición de servicios de espionajes, militares o civiles, con asiento en La Habana y a las órdenes de los dos malévolos hermanitos cubanos.
Las listas son una especialidad del chavismo, que alcanzó su punto culminante con Tascón, para el monitoreo, nunca con buenas intenciones, de los ciudadanos. Ahora Maduro elaboró la suya, la de los chavistas que no votaron por él.
Afortunadamente, el que nos rige es también un gobierno al cual siempre se le descontrolan los controles. Intentan controlar el cambio de divisas y el dólar se dispara, ensayan controlar los precios y esto se desbocan, procuran controlar el consumo eléctrico y proliferan los apagones; puede ser, entonces, que un registro militar permanente escape al control de los propios militares y no tengamos que marchar juntos y en perfecta formación como los cadetes de Billo Frómeta.
Editorial de El Nacional