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Pac, pac, pac

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Pac, pac, pac



Si se cierran los ojos y se usa la imaginación, el título de este editorial podría traducirse como el sonido onomatopéyico de los artefactos eléctricos cuando les llega de repente una carga de voltaje muy alta, echan chispas y se queman… ¡Pac!

 

 

Pero no, estimado lector. No se trata de un simple recurso literario para describir lo que les sucede a muchos en sus casas. Es la manera que tiene la gestión chavista de cambiarle el nombre a un mal que ellos crearon sin eufemismos pero con todas sus letras: cortes de electricidad.

 

 

Resulta que ahora se llama “programa de administración de carga” que, como saben los venezolanos del interior del país, no es otra cosa que pasar la cuchilla para quitarle la electricidad a unos y ponérsela a otros. Esto no tiene nada de novedad, si no fuera porque la anteriormente intocable ciudad capital ahora recibirá el mismo tratamiento.

 

 

Y tampoco es una observación rigurosa decir que comenzaron a aplicarla el 23 de agosto en varias parroquias del municipio Libertador de Caracas. Ya los cortes vienen ocurriendo con más frecuencia por estos lados. Claro, y he aquí otra vez la “inventiva” de quienes deberían estar buscando una solución  real a este grave problema, ya no son apagones sino “eventos eléctricos”, que pueden “denunciarse” a través de los números que pone generosamente a disposición Corpoelec.

 

 

Los funcionarios de estas empresas de servicios públicos deben estar al tanto de que mientras no haya electricidad tampoco habrá agua, porque si el programa de administración de carga ocurre en el momento en que a esa zona le debe llegar el agua de acuerdo con el cronograma de racionamiento, los vecinos se quedarán sin el chivo y sin el mecate. Sin hablar de los condominios que van a tener que pagar la reparación de las bombas y demás máquinas que usan.

 

 

Pero, hay que insistir, nada de esto es nuevo, se trata de parte del trabajo bien logrado de la gestión chavista para acabar con la calidad de vida del venezolano. Y no se puede hablar ahora como en época del difunto Chávez, del fenómeno del Niño y la Niña, sino sencillamente de incompetencia, malversación y corrupción. Ninguna de las obras que se construyeron en tiempos de democracia queda en pie, y eso que Venezuela era la envidia de los países vecinos en cuanto a distribución de servicios.

 

 

Los que admirablemente sí trabajan, y mucho, son los comunicólogos o los manipuladores de mensajes puestos en cada una de estas empresas, que inventan nombres para que por lo menos la gente sustituya la idea de que a cada rato se va la luz y no hay agua por una más elegante: “Nos toca sustracción de carga y racionamiento”.

 

Editorial de El Nacional

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